comscore
Columna

¿Cesó la horrible noche?

“La inmensa mayoría de descendientes indígenas y africanos apenas sobreviven soportando condiciones infrahumanas, sin dignidad ni futuro...”

HENRY VERGARA SAGBINI

Compartir

Colombia eternamente preñada de violencias de distintas causas y calibres, pasan generaciones, solo cambiamos víctimas y victimarios. ¿Por qué los colombianos somos adictos a la pólvora? Los eruditos apuntan a la desigualdad social que arrastramos desde la Conquista, cuando aborígenes y africanos utilizados como mulos de carga, bendecidos por la Iglesia Católica Apostólica y Romana justificando violaciones de toda índole, asegurándole a sus amos que no cometían pecado alguno si los flagelaban o descuartizaban, carecían de alma, sus cuerpos estaban vacíos. La ‘Iglesia de Dios’ pocas veces pidió perdón ni entregó indemnización a sus descendientes, exceptuando al Papa Francisco cuando visitó Alberta (Canadá) en conmovedora Peregrinación Penitencial. De rodillas, visiblemente indignado por los vejámenes y asesinatos en la escuela religiosa destinada a niños aborígenes, a cargo de sacerdotales católicos, mientras por estas latitudes nos quedamos esperando.

Lastimosamente, la inmensa mayoría de descendientes indígenas y africanos apenas sobreviven soportando condiciones infrahumanas, sin dignidad ni futuro, desplazados por la violencia, refugiándose en tugurios que tejen cinturones de miseria, terreno fértil para delincuencia, microtráfico, grupos armados, donde sobreviven solo el ‘hoy’, porque no tienen mañana.

Las intentonas gubernamentales para eliminar semejante tragedia, terminaron como saludos a la bandera mientras se agiganta la discriminación, desempleo, secuestro, extorsión, informalidad, homicidios, trata de personas, incluyendo niños con dientecitos de leche. Sus crías, casi siempre excluidas de educación de calidad, salud integral, trabajo y vivienda dignas. De poco o nada sirvió migrar del campo a la ciudad: se acuestan y levantan sin saber que comerán mañana. De todos modos es lícito soñar con el país que merecemos, donde reine la justicia social y todos nos enfundemos la túnica del Buen Samaritano, extinguiendo fogatas que convierten en cenizas sueños de justicia y equidad.

Aún conmovido por el atentado al senador Miguel Uribe Turbay por experto sicario con la misma edad de su hijo, tengo la convicción de que, a pesar de feroces tormentas, no todo está perdido: la PAZ, auténtica y duradera, empieza en el corazón y germina en hogares, se reproduce en la comunidad. Colombia de mis amores sembrada de odios y hogueras ancestrales, la solución definitiva a estas tragedias esta en nuestras manos fortaleciendo la democracia, forjando ciudadanos ejemplares, solidarios; escuelas, hospitales, factorías donde se den la mano mansiones y casitas de bahareque y al fin dejemos de suplicar que del cielo lluevan milagros.

Lastimosamente las estadísticas son tozudas y, a pesar que el himno patrio testifica, pletórico de júbilo: “¡Cesó la horrible noche!”, don Juan Gossaín asegura, con plena certeza histórica y estadísticas: “Pertenecemos a generaciones que, desde hace siglos, no dormimos una sola noche sin sobresaltos”.

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News