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Columna

Perdón en tiempos de odio

“Se ve a dos hombres atravesando una fuerte tensión emocional en un dialogo improbable, pero con el objetivo de permitir que esa...”.

María Carolina Cárdenas Ramos

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En tiempos de un ambiente muy hostil, enrarecido por las últimas noticias políticas, de atentados y de profunda polarización, en la cual ya estamos sumidos hace años, gracias a los pésimos liderazgos que tenemos, la soberbia de muchos, aunado al desconocimiento de los ciudadanos frente a diferentes temas; prefiero aferrarme al ejemplo y los incipientes frutos de reconciliación que nos continúan ofreciendo diferentes actores, y en especial las víctimas del conflicto.

En el 2004 como estudiante de Derecho Constitucional escuché en varias oportunidades al exfiscal general de la nación, Alfonso Gómez Méndez, planteando su postura sobre las propuestas de reforma constitucional de la época, con una gran solvencia. Quien ahora expresa frente a la posibilidad de una constituyente que: “En el fondo de este planteamiento subyace el fetichismo constitucional que consiste en pensar que todos los problemas del país se resuelven cambiando la Constitución y que gobernar es legislar (1)”, afirmación con la cual estoy de acuerdo.

Durante su gestión como fiscal general, Gómez Méndez tuvo que enfrentar el recrudecimiento de la violencia del narcotráfico y apoyó el proceso de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y la guerrilla de las Farc en las selvas del Caguán; por lo cual, como ha sido costumbre en nuestra historia, se hizo acreedor a muchas animadversiones y amenazas contra su persona y su familia.

Esta semana su hijo Federico Gómez Lara, director del medio de comunicación CAMBIO, nos regaló una entrevista con el exparamilitar Salvatore Mancuso, en la cual tuvo lugar un momento de verdad, perdón y compromiso de no repetición entre los dos protagonistas.

Federico pudo preguntarle personalmente detalles sobre esas órdenes de asesinar a su padre y a él mismo, lo que llevó a su exilio en aquella época y todo el daño emocional que eso pudo causar. Generosamente le ofreció la oportunidad de contar su versión de los hechos, y el espacio para reconocer su responsabilidad y motivaciones.

Se observan dos hombres atravesando una fuerte tensión emocional en un dialogo improbable, pero con el objetivo de permitir que esa experiencia trascienda a la sociedad colombiana habilitando nuevas conversaciones y aportar a la reconciliación.

“Ya han pasado 25 años desde que el grupo que usted comandaba (...) decidió mandar a matar a mi papá y mandar a matarme a mí cuando yo era un niño. Hoy estamos usted y yo acá, usted me ha me ha pedido perdón y yo se lo recibo. Creo que es la única manera para cerrar estos ciclos de violencia”. Nadie puede cambiar el pasado, pero sí nuestro presente y futuro.

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