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Columna

La reacción violenta

“Esta condición del alma humana, o sea, la violenta, no la hemos superado, ni siquiera con la institucionalización de un Estado...”.

Raúl Guerrero Durango

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Siempre he pensado que la búsqueda de la guerra y la paz es un estado continuado de la humanidad. Algunas referencias que apoyan mi reflexión conclusiva se pueden encontrar en: “La paz perpetua” (1795), de Immanuel Kant, quien explica que la paz no es un estado natural sino una construcción racional que surge tras la guerra; “Paz en la guerra” (1897), de Miguel de Unamuno, donde menciona que dentro de la paz verdadera se justifica la guerra, y, por supuesto, el infaltable León Tolstói en su famosa obra “La guerra y la paz” (1869), en la que se puede evidenciar que de esa dualidad hacen parte los estados del alma humana.

Ver acontecimientos violentos que azotan nuestra nación sin tregua llama a reflexionar sobre la reacción violenta del ser humano en la búsqueda del poder y más concretamente, del poder político. El célebre economista, político y escritor venezolano Moisés Naím nos comenta en su libro “El fin del poder” que la política es inherente al poder; o sea, estamos ante dos caras de una misma moneda. Entonces, la política, entre otras definiciones, artificiosas o no, realmente es la búsqueda del poder; del poder entendido como la capacidad que tiene una persona de dominar, de controlar o incidir sobre la vida y voluntad de las demás.

El trascurrir de la historia nos muestra cómo, para alcanzar el poder, o mantenerlo, la reacción humana es trágica y terriblemente violenta. ¿Cuántos emperadores romanos fueron asesinados por la espada?, ¿acaso Herodes Antipas no decapitó a Juan el Bautista por desafiar su poder?, ¿o tenemos número exacto de cientos de cristianos muertos en la arena del Coliseo Romano porque la emergente religión desafiaba el poder politeísta del imperio? O en Colombia: ¿Cuántos inmolados mártires de la patria podemos contar desde el general Uribe Uribe, hasta este criminal ataque al senador Miguel Uribe Turbay?

Esta condición del alma humana, o sea, la violenta, no la hemos superado, ni siquiera con la institucionalización de un Estado Democrático y de Derecho, donde la búsqueda del poder debe darse ejerciendo nuestros mayores atributos de civismo, ética y moral, en especial con el respeto de la vida humana de quien debe ser nuestro contradictor y no nuestro enemigo. Sin embargo, lamentablemente esto no ocurre, pues tristemente no en pocas ocasiones surge el “homo homini lupus” traducido como “el hombre es un lobo para el hombre”, descrito por Thomas Hobbes en su obra Leviatán.

El desafío de la humanidad es superar, en la búsqueda del poder, la miseria de su orgullo, de su egoísmo, de su afán de engrandecer el ego y el deseo incontrolable de dominar a los demás. ¿Será que la paz verdadera para la humanidad surgirá cuando se renuncie al poder y al afán de domino que de él se desprende?; si renunciar a la búsqueda del poder es un imposible moral, pues hace parte de la esencia humana, ¿estamos condenados a vivir en guerra perpetua?

PD: Si usted quiere saber lo que no se debe decir ni hacer por parte de un gobernante, lo invito a ver los Consejos de Gobierno televisados.

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