Los colombianos hemos caído en la paradoja de la paz, que es creer que ante tantos muertos y guerra, la salida es ser más humanos, más compasivos, tolerantes, amorosos y solidarios. Esta postura es intuitiva, sobre todo cuando la guerra y la inseguridad rebosan la copa.
Pero como buena paradoja, es una trampa.
Porque esa postura, aunque tiene muchos beneficios cuando se vuelve cultura esparciéndose por todos los hilos de la sociedad, promueve el perdón. Y con ello, la impunidad.
El gran problema de eso es que los conflictos duraderos se alimentan de la impunidad y las buenas intenciones. Más cuando hacer la guerra es un buen negocio, como en el caso de Colombia. Porque para producir y comercializar droga es buen negocio controlar territorios, amedrentar y matar. Por tanto... las acciones bondadosas son aprovechadas por los delincuentes para fortalecerse. Para extender su poderío. Les beneficia esa cultura del perdón y el amor.
Por eso la solución primaria NO es el perdón y la reconciliación. Por muy lindo que suene, esa tendrá que ser la consecuencia.
La salida primaria es la justicia férrea, el NO perdón, sin piedad.
Es contraintuitivo, pero es lo correcto si lo que queremos es construir sociedades justas y civilizadas a mediano y largo plazo.
Por eso, deja de romantizar la “unión”, el “amor”, la “paz”, el “perdón”, la “tolerancia”. Todo eso es necesario en una sociedad, claro que sí. Pero sólo deberá ser la cultura dominante en todos los estamentos de la sociedad cuando antes haya ley y orden.