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Columna

Los discursos de las guerras

“Muchos se preguntan si los demoledores bombardeos israelíes no deberían haber causado ya una incontenible ola radioactiva en Irán por las centrales nucleares destruidas...”.

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

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El reciente escalamiento de hostilidades entre Israel e Irán, que mantiene en incertidumbre y angustias al mundo, por una eventual catástrofe bélica de incalculables proporciones, estuvo precedido de arremetidas verbales por parte de líderes políticos que hacen del discurso una poderosa herramienta de poder.

El análisis crítico del discurso es precisamente un tipo de investigación que explica la forma en que el abuso del poder social, el dominio y la desigualdad se representan y reproducen a través de la palabra verbal y escrita. Teun A. van Dijk, uno de sus principales exponentes, explica que el discurso es “una forma de construcción social de la realidad. A través del uso del lenguaje, las personas construyen significados y representaciones de la realidad que pueden influir en la forma en que percibimos el mundo”.

Tales construcciones están condicionadas por factores sociales, culturales y políticos, lo que conlleva a que el discurso sea moldeable y utilizado para generar percepciones de realidades que justifiquen y validen acciones extremas, para perpetuar desigualdades, o mantener el status quo.

Ello explica, por ejemplo, como en 2003 la invasión de Estados Unidos a Irak se soportó en el discurso de neutralizar las armas de destrucción masiva que poseía ese país y que representaban una amenaza universal, pero tras la toma a sangre y fuego, las tropas invasoras nunca encontraron las armas químicas, biológicas o nucleares que motivaron su intervención.

22 años después la historia se repite en Irán, no con la invasión física del territorio, pero sí mediante el bombardeo de precisión a centrales nucleares e instalaciones militares y civiles, en cumplimiento de “ataques preventivos”, bajo el argumento discursivo de que la República Islámica estaría avanzando en el desarrollo de un arma atómica para atacar al Estado de Israel, cuya sevicia en su frente previo de combate en Gaza solo es comparable con el holocausto padecido por el pueblo judío a manos de la Alemania Nazi.

Muchos se preguntan si los demoledores bombardeos israelíes no deberían haber causado ya una incontenible ola radioactiva en Irán por las centrales nucleares destruidas, o ¿por qué, si la capacidad bélica de Irán es de tan alto poder de destrucción, su respuesta con misiles balísticos no ha causado daños y bajas proporcionales a los que les han infligido?

Pero el discurso no solamente justifica la acción de las naciones directamente implicadas, también de los gobiernos que conforme a sus propios intereses asumen posiciones a favor o en contra de estos. Es el caso de Estados Unidos, que mientras pretende estar al margen de la decisión de Israel, destaca como “excelente”, su ataque del viernes pasado, amenaza a Irán con acciones “más brutales” y le ofrece una “segunda oportunidad” para presionar un acuerdo nuclear, que fue literalmente bombardeado.

Además de Israel, Palestina, Irán, Ucrania y Siria, hay actualmente casi una veintena de países en guerras externas o internas, en los que las partes enfrentadas manejan su propio discurso. En Colombia no estamos exentos de esa dinámica y cada vez más se encienden los fuegos verbales que incitan a escalar las confrontaciones, mientras sugieren a los contrarios “bajar el tono” de la polarización. Paradójicamente es en tiempos de paz en los que se consolidan los discursos de guerra.

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