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Columna

“Petro: ¡como obispo!”

“En Colombia, signados por la violencia desde tiempos inmemoriales, vale la pena escuchar palabras sabias de mártires de los Derechos Humanos...”.

HENRY VERGARA SAGBINI

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En Colombia, signados por la violencia desde tiempos inmemoriales, vale la pena escuchar palabras sabias de mártires de los Derechos Humanos, iluminando caminos de la No Violencia, evitando echarle más leña al fuego. Martin Luther King (Atlanta, enero 15 de 1929 - Memphis, abril 4 de 1968) aseguraba, en medio de amenazas, odios políticos y raciales: “Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto: el problema no es de normas, es de seres humanos”.

Entre nosotros prestamos más importancia a la forma que al contenido, creyendo que, modificando constituciones y leyes, conseguiremos la esquiva Paz, superando, como por encanto, la dolorosa paradoja social: somos de los países más ricos del mundo en recursos naturales, pero cada día se profundiza la brecha: pobreza = desigualdad: millones de familias desplazadas sobreviven en condiciones lastimeras, educación insípida, 300 niños murieron el año pasado carcomidos por la desnutrición, justicia social inexistente, trata de niños y jóvenes, desempleo, violencia desenfrenada, ubicándonos entre los países menos equitativos del planeta, mientras la justicia brilla por su ausencia, indicadores que nos acompañan desde tiempos inmemoriales.

Rafael Núñez Moledo, abogado y líder político (Cartagena, septiembre 28 de 1825 - Cartagena, septiembre 18 de 1894), cuatro veces presidente de la República de Colombia, ideólogo del movimiento ‘Regeneración’, impulsó leyes para contrarrestar, infructuosamente, tan dolorosa catástrofe: “En Cartagena de Indias como en numerosas regiones del país, las ¾ partes de la población se acuesta sin saber que comerán mañana”.

Decidió entonces hacer suyas las convicciones basadas en el socialismo utópico y el romanticismo social, impulsado por obreros y juventudes de pensamiento libertario. Núñez, casado en segundas nupcias con dama cartagenera, valerosa, objetiva, pies sobre la tierra, contrapeso a su idealismo desaforado: Doña Soledad Román, quien colaboró sustancial, pero silenciosamente, en la elaboración de Constitución Política de 1886, redactada por el político-escritor Miguel Antonio Caro, vigente, con algunas modificaciones hasta 1991, reformada a través de la célebre Asamblea Nacional Constituyente de 1991, la misma que el presidente Gustavo Petro Urrego pretende revocar ahora desconociendo que el problema no es de normas, sino de seres humanos, antes devotos del Sagrado Corazón de Jesús, ahora atrapados por el trinche de Lucifer. Alguien tendrá que convencer al señor presidente de que la Paz Total, justa, auténtica, que anhelamos y merecemos, nada que ver con leyes que simbolizan la afilada espada de Bolívar, contrapuesta al pensamiento sensato, demócrata, de Santander.

¡Como Obispo!, recomendaba calma y prudencia Doña Sola, al imperativo presidente Núñez. ¡Como Obispo, Petro!, sugerimos los colombianos atrapados en barbarie fratricida, que el problema no es de Consulta Popular ni de Constituyente, es de JUSTICIA oportuna y cristalina en un país con impunidad del 97%, aun para crímenes atroces, acostumbrados a que ‘Hecha la ley, hecha la trampa’.

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