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Columna

Orgullosamente bolivarense

Bolívar ha resurgido de los más bajos escombros de la miseria y del abandono para consolidarse como una de las regiones más ricas del país.

Enrique Del Río González

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Hoy 15 de junio el departamento de Bolívar cumple 168 años de historia oficial. Y aunque sus raíces son mucho más profundas que cualquier decreto, esta fecha nos invita a rendir homenaje a una tierra que ha sido cuna de la independencia, guardiana de tradiciones y faro de resiliencia. Bolívar no solo forma parte de la historia de Colombia: Bolívar es la historia misma hecha territorio.

Desde los muros centenarios de Cartagena hasta los atardeceres dorados sobre el río Magdalena en Mompox, este departamento es un himno a la belleza. En sus tierras habita una diversidad desbordante, gracias a las culturas indígenas, comunidades afrodescendientes, campesinos laboriosos y ciudades vibrantes que, en conjunto, construyen un mosaico humano que enriquece cada rincón. Sus más de cuarenta municipios se expresan en lenguajes distintos, tales como, la poesía de los Montes de María, la memoria viva de El Carmen, los hilos de filigrana que nacen en Santa Cruz de Mompox, la gaita que resuena con fuerza en San Jacinto y en la corriente fluvial que da vida a Magangué.

Soy, con profundo orgullo, bolivarense. Y afirmo, sin titubeos, que todo quien haya nacido en esta tierra o haya tenido la fortuna de vivirla, debería estarlo también. Bolívar ha resurgido de los más bajos escombros de la miseria y del abandono para consolidarse como una de las regiones más ricas del país, no solo en términos económicos (aunque su potencial productivo, su vocación turística, su dinamismo logístico y sus corredores de desarrollo así lo demuestran), sino también en diversidad natural, geografías contrastadas, climas generosos y paisajes que quitan el aliento.

Aquí conviven el mar Caribe y los caños del Canal del Dique; los valles fértiles del norte y las montañas que protegen el sur; las ciénagas que alimentan la pesca y los caminos de tierra que conducen a la cultura viva. Pero, si algo hace que este departamento brille más allá de sus paisajes, es su gente. Porque aquí la riqueza no se mide en monedas, para ser feliz basta una sonrisa, una taza de café servida con afecto en una hamaca, una invitación improvisada a compartir un plato de comida en la terraza, una conversación al caer la tarde. Aquí no solo se habita, se vive y se abraza.

Y si de sabores hablamos, Bolívar se posiciona como uno de los territorios más ricos gastronómicamente del país. Nuestra cocina es el reflejo de la mezcla que somos, desde una galleta chepacorina o una maría luisa, hasta la posta negra, el bollo en todos sus sabores y presentaciones, el bocachico, el bagre, el sancocho de gallina, los enyucados, las arepas de huevo… En fin, cada plato bolivarense lleva en su esencia el sabor del Caribe, el amor del fogón y la historia de quienes lo han sabido preservar. Aquí, comer es un acto de resistencia cultural y, por supuesto, un acto para celebrar la vida.

Esa misma mezcla, ese mismo sabor y esa misma alma se escuchan también en la música que Bolívar ha dado al mundo. Nombres como Adolfo Pacheco Anillo, Lucho Bermúdez, Andrés Landero y su nieto Yeison Landero, La Niña Emilia, Totó la Momposina o Cenelia Alcázar, entre muchos otros, no son solo referentes del folclor, sino que son voces que han llevado nuestra identidad hasta los oídos del planeta. Cada acorde, cada tambor, cada canto, es memoria sonora de esta tierra indomable, capaz de transformar el dolor en canción y alegría.

Y es precisamente esa herencia viva, que se expresa en los sabores, en la música, en las manos que tejen y en las voces que narran, la que nos ha sostenido en los momentos más duros. Nuestro territorio ha sido herido muchas veces, pero también ha sabido sanar. En la última década, el departamento ha ganado visibilidad por su crecimiento económico, por el impulso al turismo responsable, por la revalorización de su identidad y por su compromiso con la paz territorial.

Hoy es ejemplo de reconciliación, de innovación educativa y de empoderamiento comunitario. La cultura que brota en cada calle, en cada canto, en cada fiesta patronal y en cada plato típico, es testimonio de una herencia viva y de una creatividad inagotable.

Este aniversario no es solo una celebración de años, sino la reafirmación del orgullo de pertenecer a esta tierra bendecida por la historia, el arte, la música, el mar, los ríos y la esperanza. Bolívar es el lugar donde la patria se hizo carne, donde la diversidad es riqueza y donde el futuro se construye sin renunciar al alma.

A ti, Bolívar, gracias por enseñarnos que la belleza no solo se ve, sino que también se vive; que la cultura se defiende y que la historia se honra.

¡Feliz aniversario 168!

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