Bolívar no es un lugar. Es un latido. Es el golpe del tambor en una plaza, la sombra de un machete en la historia, la voz de una matrona en la madrugada. Hoy 15 de junio no celebramos un mapa, celebramos lo que somos: memoria que camina, tierra que canta, pueblo que no olvida.

Las sombras en la infraestructura de Turbay
TATIANA VELÁSQUEZAquí no todo nos lo dieron hecho. A Bolívar lo fuimos haciendo a pulso, pa’ que sepan… desde los pasos firmes de rebelión de Benkos Biohó en San Basilio de Palenque hasta los gritos de libertad en Mompox, cuando todavía nadie hablaba de independencia. En Bolívar se peleó, se resistió y se creyó, incluso cuando el país aún no tenía nombre.
Este es el Bolívar de Lucho Bermúdez, quien le puso cumbia al alma del Caribe desde las entrañas de El Carmen. El Bolívar de Juan Carlos Coronel quien hizo que el mundo escuchara el sonido Cartagenero. El Bolívar de Berenice Moreno, que voló sobre ruedas llevando nuestra bandera a lo más alto. Y claro, el Bolívar de Kid Pambelé, que hizo vibrar al mundo desde San Basilio. El Bolívar de las mujeres que crían familias solas, de los jóvenes que no se rinden, de los líderes sociales que trabajan en silencio. El Bolívar de todos nosotros.
Y es que Bolívar no se vive solo en sus ciudades, se respira en cada rincón: en el zumbido cálido del bosque seco tropical que envuelve los Montes de María, en el vapor del volcán del Totumo, en el rumor profundo del Magdalena que acaricia Barranco de Loba, llevando siglos de historias en su corriente. Es mirar hacia el norte y encontrar el azul infinito de las playas de Barú, y al sur, los paisajes tranquilos donde las montañas indómitas dibujan el horizonte en Montecristo. Bolívar también es sabana, ciénaga, sierra baja. Es el canto de un ave en la mañana en Simití y el croar de una rana al anochecer en San Martín, como recordándonos que aquí la vida no se detiene, solo cambia de ritmo invitándonos a soñar.
Y qué decir de la identidad bolivarense, esa que se sirve de plato en plato: es el pescado frito con arroz con coco en la Boquilla, es la arepa e’ huevo al amanecer donde Otilia en San Juan, es el queso siete cueros en Mompox, el bollo de maíz de Villanueva y el bocachico en el centro de Magangué. Bolívar es tambor alegre, es danza de Congo, es son de negro de Mahates y Soplaviento, es el bullerengue de María la Baja, es el enano de Cicuco o la gigantona de Morales, es la Farota de Talaigua. Es todo eso que no cabe en un mapa, pero sí en el corazón de quien lo vive.
Hoy celebramos con orgullo. Pero más que eso, con compromiso. Porque esta tierra lo ha dado todo: libertad, cultura, talento y dignidad.
Feliz cumpleaños Bolívar. Gracias por ser raíz, fuerza y esperanza. Aquí seguimos, contigo y por ti.