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Columna

La lengua importa

“La urgencia del momento exige una enorme formación en todo lo que tiene que ver con la resolución de conflictos…”.

Eduardo Durán Gómez

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Ahora, cuando el mundo entero está lleno de conflictos en los cuales están involucrados desde los países más pobres hasta las grandes potencias, nos encontramos ante una falta de liderazgo, que no es capaz de diseñar acciones oportunas para que la razón impere y el conflicto se disipe.

Contemplamos una retórica trasnochada, en donde las ideas parecen no haberse sometido al rigor de su estructuración, lo que las hace inoportunas, vetustas y caducas, y lo que es más notorio, alejadas de las realidades del momento y de las exigencias del futuro.

Puede ser que las ideologías hayan surgido como tablas de una ley escrita en piedra y por lo tanto, inmodificable, lo que significa el surgimiento de dogmatismos que impiden cualquier esquema de acercamientos y de diálogos que puedan encontrar caminos para puntos de encuentro.

Este escenario nos está llevando a constantes enfrentamientos, a tomar decisiones erráticas y hasta provocar guerras que producen destrucción y muerte.

A la hora de participar en escenarios en donde se deciden asuntos inherentes al bien común, es urgente el desarme de las mentes, y desde luego, la moderación del lenguaje, pues la lengua sirve tanto para construir, como para destruir. Cuando se persiste en un lenguaje violento, los protagonistas se van encasillando y solo utilizan una parte de la expresión para dirigir sentimientos perturbadores, que terminan generando conflicto.

La urgencia del momento exige una enorme formación en todo lo que tiene que ver con la resolución de conflictos, pues reina la imposición, lo que deja por fuera cualquier posibilidad de entendimiento y de acercamiento a posiciones equilibradas y que resuman los interesas de las partes involucradas.

Ese sectarismo y esa visión sesgada y rígida es lo que desgraciadamente impera y, en pleno siglo XXI, parece que la civilización haya retrocedido a estadios casi medievales, en donde las situaciones que van surgiendo resultan ser motivo de confrontación marcada, lo que lleva a mostrar un panorama irracional, que termina en daño y frustración.

La humanidad está sujeta a constantes cambios que deben asumirse como oportunidades de progreso y de superación; pero cuando las mentes se cierran, cuando las realidades se desconocen y cuando el futuro no se advierte, todo conduce a la toma de decisiones erráticas.

Detengámonos entonces a pensar y a disponer de un lenguaje desarmado, desprevenido y proactivo, para que la construcción del futuro esté Basada en lo racional y en lo que las exigencias del momento requieren.

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