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Columna

Alfonso Cabrera Cruz, q.e.p.d.

“Sin ápice de vergüenza, han levantado su voz para elogiarlo, cuando toda Cartagena sabe cómo mancillaron su dignidad. Sin...”.

JORGE DÁVILA-PESTANA VERGARA

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A Alfonso Cabrera lo persiguieron calumnias y falacias sin tregua, las que estoicamente recibió, y las que terminaron con su frágil humanidad. Lo acosaron y espolearon sin misericordia.

Ahora, los sepulcros blanqueados ante su desaparición, en coro y sin un ápice de vergüenza, han levantado su voz para elogiarlo, cuando toda Cartagena sabe cómo mancillaron su dignidad. Sin pudor ante los medios radiales y escritos, dieron vacuas declaraciones, buscando protagonismos falsos.

Como lo expresó en el entierro, su condiscípulo en la Universidad de Granada el arquitecto restaurador Ignacio Consuegra: “Alfonso fue hombre que dedicó la vida a hurgar la historia de una ciudad, que ha sido ingrata con su grandeza, pero que tuvo el error de aceptar un cargo público donde lo demolieron, lo injuriaron y lo acabaron”. Sus palabras resonaron como secos martillazos en el silencio de su última morada, y en el eco de esos golpes, flotaron en el ambiente los nombres de William, Saia, Isabela y otros más, quienes dudaron de su honradez y honestidad.

Los depredadores del Centro Histórico, aquellos que, tras una valla, aprovechan el día y la noche para hacer de las suyas, deben estar regodeándose. Su cargo como jefe de la División de Patrimonio del IPCC nunca fue valorado por el vasto conocimiento y experticia que él tenía, sino como un puesto más dentro de la rebatiña de poder de los políticos. El muro de contención que frenaba los desmanes contra el patrimonio, como lo fue él, finalmente fue derribado.

Los numerosos mensajes que han rodado por las redes sociales, a raíz de su fallecimiento, reclaman que, para remplazar a Alfonso Cabrera, la convocatoria debe exigir un perfil, entre otros requisitos, que sea un arquitecto experto en patrimonio, con experiencia comprobada, versado en gestión administrativa, que tenga línea abierta con Icomos y que, por supuesto, sea cartagenero y bilingüe.

Con la partida de Alfonso Cabrera, pierde la ciudad uno de los más apasionados defensores de su patrimonio. La voluminosa obra que deja incluye: “Patrimonio arquitectónico y fortificaciones de Cartagena de Indias”, “Cartagena de Indias en 1741, defensa y documentación”, fue coautor de “Técnicas antiguas de construcción” y “Las rutas de los hornos, el camino obligado” y tantas otras, son el legado más importante que deja a la ciudad, el que habrá de perdurar para siempre. Cartagena queda así, huérfana de un experto en patrimonio histórico, reconocido nacional e internacionalmente, conocedor como ninguno de los entresijos patrimoniales de ella, pero la política, esa política que poco le importa la excelencia profesional, ganó la partida.

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