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Columna

Políticas estúpidas: antiinmigración

“Ese populismo interesado que busca robar votos a los extremistas, no sólo es absurdo conceptualmente en partidos que se suponen liberales...”.

Alfredo Ramírez Nárdiz

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En la nueva ola populista que asola Occidente desde el segundo triunfo de Trump, uno de los mantras más repetidos es aquel que dice que los inmigrantes le quitan a la población local trabajos y servicios públicos. El inmigrante legal es bien recibido (si traes dinero, nos gustas), pero el inmigrante ilegal es repudiado, acosado y, si es posible, deportado (si eres pobre, no nos gustas). Los partidos de derecha alternativa que campan por América y Europa defienden que los inmigrantes roban los trabajos a los locales, se hacen con todos los subsidios, disparan la delincuencia y destruyen la identidad nacional de los países receptores.

La hipocresía de estos partidos es palmaria. Cualquiera que mire datos y no propaganda no tardará mucho en darse cuenta que los flujos de inmigrantes no sólo no son perjudiciales para países como Estados Unidos, sino que son un revulsivo muy necesario tanto para su economía como para su propia sociedad, muy envejecida y con dificultades para sostener el sistema público de pensiones, en el caso de Europa Occidental. Por supuesto que los inmigrantes implican también problemas. Particularmente, si para poder abusar laboralmente de ellos, no se les da la residencia y el permiso de trabajo durante años y se les lleva a vivir apelotonados en barrios que inevitablemente se vuelven marginales y delincuenciales. No es cierto que devoren subsidios y servicios sociales. El aporte neto que suponen es mucho mayor que lo que detraen de las arcas públicas. La mayoría está en edad de trabajar y son jóvenes, con lo que no suponen gran gasto en salud y pensiones y, por el contrario, sí que aportan un fuerte ingreso en cotizaciones e impuestos. Por no hablar de que asumen áreas laborales enteras que los locales no quieren y que, de otra manera, quedarían sin cubrir. Basta con ver cómo el actual crecimiento de la economía española está directamente relacionado con la llegada de montones de inmigrantes, la mayoría latinos.

En todo caso, lo más terrible no es que los partidos populistas tengan un discurso antiinmigración. Al fin y al cabo, son populistas. Lo terrible es que lo asuman también partidos de centroderecha moderados, como es el caso del PP de España, en declaraciones recientes de su líder. Ese populismo interesado que busca robar votos a los extremistas, no sólo es absurdo conceptualmente en partidos que se suponen liberales, sino repugnante moralmente en partidos que se dicen democristianos.

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