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Columna

Las pilatunas de Cosiaca

En esa serie podemos entender palabras como “Gurbia”, “cuchinear”, “entelerido”, “cañazo”, “mulera”, “tungo”, “planchada”, “ramaluda”, “tuntuniento”, “guapo” y otras del argot paisa.

Orlando Díaz Atehortúa

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Con gran acierto TeleAntioquia está pasando los días domingos y con repetición los jueves, a las 8 de la noche, la serie de “Cosiaca”, personificando aquellos paisas maliciosos, astutos, buenos negociantes, un tema propio del subgénero literario español, del siglo XVI, donde se tiene como ejemplo al “Lazarillo de Tormes”. Cosiaca es personificado por el actor pereirano John Alex Toro, seguido en las tablas por otros, como: Robinson Díaz, Patricia Grisales, Ramiro Meneses y Amparo Grisales, etc. Es una producción que tiene 12 episodios y que alcanzó el primer día un raiting del 18,03% según Kantar Ibope Media. En Colombia un solo punto de raiting equivale a 280.000 televidentes conectados a la señal.

En esa serie podemos entender palabras como “Gurbia”, “cuchinear”, “entelerido”, “cañazo”, “mulera”, “tungo”, “planchada”, “ramaluda”, “tuntuniento”, “guapo” y otras del argot paisa. Muy buena apuesta televisiva en un país tan polarizado como el nuestro en estos momentos preelectorales. “Cosiaca” es el típico montañero, su nombre en realidad era el de José García, personaje que deambulaba a principios del siglo XX por las calles de Medellín, no precisando el lugar y la fecha exacta en que nació, sí se sabe que murió muy pobre, en el año 1910, en un asilo atendido por religiosas, donde llegó una de las monjitas que lo atendía a preguntarle que si quería alguna cosa o una petición ante su inminente muerte, a lo cual nuestro personaje pidió que le llevaran un médico y un abogado. Cuando llegaron los profesionales al asilo, los hizo sentar cada uno al lado de la cama. Cosiaca permaneció en silencio, era muy grande la tensión que se respiraba en el cuarto, la monja le preguntó que para que los había hecho llamar y él contestó: “Como yo me estoy muriendo, quiero que sea como Jesucristo, en medio de 2 ladrones”.

Cuento 1.

¡Este Cosiaca siempre es que era muy avispao! Ese no se varaba nunca y por pobre que estuviera siempre andaba de buen humor y por lo menos la lata se la levantaba.

En una ocasión llegó a Guaca. Allá había unas fiestas muy alegres que estaban en su fina. ¡Valientes fiestas tan buenas! —dijo Cosiaca—. Aquí sí que voy a pasar bien sabroso… pero lo importante es ir a almorzar que está haciendo mucha hambre.

Se entró a una fonda, muy campante, aunque sabía que no tenía para el almuerzo. Llegó al comedor, se acomodó y dijo:

—Buenas mi señora. Necesito que me sirvan un almuercito bien bueno. Pero tal como me lo sirven en la casa.

— Cómo no señor, ya mismito. Le trajeron el almuerzo. Se lo comió y fue a salir muy orondo sin pagar. Cuando lo atajó la mujer:

—Oiga, señor: ¡usté no ha pagao!

—Qué voy a pagar mi señora, si yo le advertí que me sirviera un almuerzo como me lo sirven en mi casa y en mi casa no me cobran.

Cuento 2.

Al otro día le hizo un mandado a una señora para que le diera almuerzo.

Llegó a la cocina y le dieron una sopita.

---¿Y qué más es el almuerzo? ---preguntó.

•--Nada más.

--Entonces sírvame la merienda, pa que salgamos d’eso di una vez...

---Bueno, Cosiaca. Le vamos a encimar un huevo a caballo.

Le sirven un montón de arroz, y encima, un huevo frito.

--¿Y esto qué es? ---pregunta Cosiaca.

-¿Pues no ve? Un huevo a caballo.

-¿Si? Entonces, ¿por qué no me hace el bien y me le pone una monturita de carne y un par de estribos de yuca?

Indudablemente, una serie para ver, donde se podrá observar la pelea que tuvo Cosiaca con “El Tungo” o las trovas de éste con Salvo Ruiz y José Antonio (Ñito) Restrepo.

Adenda: El pasado 31 de mayo se cumplió una fecha más del nacimiento del gran escritor colombiano Raúl Gómez Jattin, quien nació en 1945, su muerte fue en Cartagena de Indias, el 22 de mayo de 1997, en su honor hacemos eco de una de sus poesías.

“Casi obsceno, si quisieras oír lo que me dijo en la almohada el rubor de tu rostro, sería la recompensa. Son palabras tan íntimas como mi propia carne que padece el dolor de tu implacable recuerdo. Te cuento ¿Sí? ¿No te vengarás un día? Me digo: besaría esa boca lentamente hasta volverla roja Y en tu sexo el milagro de una mano que baja en el momento más inesperado y como por azar lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado. No soy malvado, trato de enamorarte. Intento ser sincero con lo enfermo que estoy y entrar en el maleficio de tu cuerpo como un río que teme al mar pero siempre muere en él”.

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