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Columna

Índole de marinero en el Pie de La Popa

“Un pito que se soplaba en varios momentos de la obra teatral y sus distintas secciones, y al cual la gente hacía caso omiso. El pito se soplaba para llamar al orden en la audiencia”.

RICARDO CHICA GELIS

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El mal comportamiento del público durante las funciones de teatro, era objeto de regaños en la prensa del siglo XIX en Cartagena. En 1775 el teatro de comedias El Coliseo apareció como disposición de las Reformas Borbónicas junto con otros recintos en Ciudad de México, La Habana y Caracas. El propósito de la corona apuntaba a educar y culturizar al pueblo, aunque fuera objeto de desconfianza de las élites.

En la Época de la República, el teatro fue estrategia para promover el ideal de un ciudadano católico y virtuoso entre las gentes. Se procuraba el vuelco de las costumbres en una sociedad que desde siempre ligó el teatro a las fiestas de toda índole. Así, por ejemplo, editores del periódico La Realidad el jueves 29 de octubre de 1846 publicaron recomendaciones a la policía de esta forma literal: “A la policía tenemos que advertirle del quebrantamiento que jeneralmente se hace del reglamento del teatro, fumando tabaco durante los entreactos en la luneta, y entrando á ésta después de levantado el telón, siendo asi que está espresamente prohibido lo uno y lo otro. La entrada á la luneta después de comenzar un acto, asi como el ruido que se hace en los palcos por la misma circunstancia, impiden oir una parte de la representacion que muchas veces es esencial para la mejor intelijencia de la pieza, y causan positivas molestias á los humildes espectadores obedientes a la voz del pito” (sic).

Un pito que se soplaba en varios momentos del desarrollo de la obra teatral y sus distintas secciones, y al cual la gente hacía caso omiso. No en pocas ocasiones, el pito se soplaba para llamar al orden entre la audiencia. Al respecto, en ‘El Porvenir, diario de la juventud’ del 5 de octubre de 1849, se hace un llamado enérgico: “Harémos sí una censura, í una censura amarga, directa, que no nos cansaremos de repetir hasta que las autoridades sobre quienes recae, no nos presten oído y obren en consecuencia; hablamos del ningún orden, del alboroto, de la grosería con que se conducen la mayor parte de los recurrentes, que con sus golpes, gritos, silbidos i continuo movimiento, no solo impiden oir al resto de los espectadores, sino que convierten al teatro en una escandalosa plaza de toros” (sic).

Años antes, el 1 de marzo de 1840, en la última página del periódico La Ronda, apareció el siguiente aviso: “En el Pie de la Popa, en la primera casa del camino abajo, á mano derecha, frente a la casa del Sr. M. M. Núñez se ha establecido una compañía solamente para recreos inocentes. En ella se ofrece á los que ocurran sin distinción de edad, estado ni condición, naipes muy finos y dados hechos primorosamente de marfil; se sirve de toda clase de licores, y se oiran chistes y espresiones muy propios para formarle la índole á un marinero” (sic).

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