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Columna

¿Por qué los demás son hipócritas?

“Nuestra mente es una especie de ‘nosotros conflictivo’ que puede albergar dos ideas antitéticas, no solo sobre lo que es el mundo...”.

Yezid Carrillo De La Rosa

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Robert Kurzban, sicólogo evolucionista y autor del libro «Why everyone (else) is a hypocrite», sostiene que la clave para entender nuestras incoherencias conductuales, el doble rasero moral o las inconsistencias entre lo que pensamos, decimos y hacemos, se encuentra en el diseño modular de nuestra mente, cuyos compartimientos, al ser independientes y estar desconectados unos de otros, pueden albergar información contradictoria sobre una misma cuestión. Esto, que parece una imperfección, paradójicamente, es una ventaja evolutiva, porque, en ocasiones, tener un información equivocada sobre la realidad puede hacernos más eficientes.

Según lo anterior, contrario a la creencia de que existe un yo cartesiano unificador y racional, nuestra mente es una especie de “nosotros conflictivo” que puede albergar dos ideas antitéticas, no solo sobre lo que es el mundo exterior (Ej.: el experimento de las ilusiones ópticas), sino también sobre lo que es correcto política, estética o moralmente, solo recordemos el comportamiento incoherente del representante a la cámara David Racero, quien mientras en la plaza pública defiende la reforma laboral y ataca a la clase empresarial, como dueño de un Fruver, sobreexplota y violenta los derechos de sus trabajadores.

Sostiene el autor que los humanos somos criaturas evolucionadas y que la evolución es un proceso competitivo, en cuya base se encuentra el engaño (Ej.: el camaleón cambia de color y se mimetiza para protegerse y para atraer a sus presas) y el autoengaño: que nos permite construir una imagen sobrevalorada de nosotros mismos. La mala noticia, entonces, es que no somos tan guapos, tan virtuosos o tan inteligentes como lo creemos, pero la buena -afirma Kurzban- es que albergar creencias falsas o contradictorias sobre nosotros mismos puede ser un “error estratégico” que nos ayuda a engañar a los demás sobre lo que no somos, lo que evolutivamente representó una ventaja competitiva, al permitirnos conseguir mejores parejas o amigos o gobernar, especialmente en un entorno en donde las relaciones humanas son fundamentales para sobrevivir, mejorar nuestro bienestar y obtener placer.

Desde esta perspectiva, el discurso moral es un conjunto de cosas que decimos a los demás que no hagan, pero que nosotros haremos, si son necesarias para alcanzar nuestros objetivos estratégicos (Ej.: el actual gobierno incurre en las mismas prácticas que criticó en el pasado: corrupción, clientelismo, patriarcalismo, racismo, etc.), aunque luego las neguemos o justifiquemos, convencidos de que no hemos sido inconsistentes; pues, por un mecanismo evolutivo de sobrevivencia, estamos biológicamente diseñados para detectar las incoherencias de los demás, a quienes percibimos como hipócritas, mas no las propias, por tanto, la respuesta a la pregunta más fácil de por qué todos los demás son hipócritas y yo no forma parte de la respuesta a la cuestión más difícil: ¿por qué la mente es tan inteligente?

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