Cartagena cumple mañana 492 años de apasionante historia. A lo largo de casi cinco siglos ha tenido altos triunfos y hondos fracasos que la hacen mucho más interesante. Desde temprano en su largo trasegar el destino le tenía marcado un norte lleno de innumerables acontecimientos que la destacarían por siempre. En 1501 el ojo avizor del español Rodrigo de Bastidas descubrió su bahía y de inmediato supo que estaba en presencia de un milagro geográfico. Comunicó su hallazgo a los reyes y a partir de ahí todo estaría definido para la ciudad de la ilusión.
Treinta y dos años después /1533/ el codicioso conquistador Pedro de Heredia fundó la ciudad luego de vencer la resistencia de los indios Mocanaes/Caribe, que vivían tranquilos en su idílica aldea Kalamarí, exuberante territorio donde abundaban los cangrejos. Diez años después /1543/, el corsario Robert Wall la atacó y tras el pago de un rescate se fue con sus seis mil hombres a disfrutar del botín. Debieron pasar 43 años para que se diera el ataque de Francis Drake, el de mayor importancia en el siglo XVI.
Piratas y corsarios son personajes indelebles en la historia de Cartagena, al igual que esclavizados africanos traídos por miles para ser vendidos en las plazas de la ciudad en ferias de algarabía, después de travesías infames por los mares del sometimiento. De sus entrañas brotó un santo: Pedro Claver. También surgieron hombres y mujeres que lucharon por su libertad /1811/ y luego sacrificaron su vida ante el sitio implacable de Pablo Morillo /1815/. Durante casi todo el siglo XIX fue una ciudad decaída, triste, casi moribunda. Se repuso con el pragmático Rafael Núñez que revolvió la política desde sus cimientos para ser presidente cuatro veces, y con el impulso de visionarios empresarios, industriales, banqueros, que decidieron reponerse de las vicisitudes y los quebrantos del atraso.
La ciudad resurgió con el siglo XX, se expandió más allá del cordón de piedra y comenzó su nueva vida montada en tren y con la mente puesta en el horizonte. Hoy, ya sin ferrocarril y con miles de problemas que resolver, vive un momento decisivo. Su alcalde Dumek Turbay quiere convertirla en una ciudad nueva, moderna, pujante, equitativa, impulsando y cualificando el turismo, promoviendo la educación, construyendo obras de impacto, sembrando identidad. Mira al 2033, cuando se celebrarán 500 años de vibrante historia. Dicha efeméride debe ser la primera fase de un ambicioso proyecto de ciudad pensado a 50 años, lo que requiere unión de voluntades, ambición, decisión, coraje. Así se lograría un legado compartido.