Quisiera tratar algunos temas a raíz de la editorial “Los niños de Gaza”, de mayo 19. Es válida la preocupación por la hambruna, pero se necesita más que eso.
No se puede hablar del 7 de octubre ni de 251 rehenes (no fueron 736, como indica la editorial), sin recordar que este problema fue sellado por la Declaración Balfour (1917). Desde entonces, los palestinos han sufrido expoliaciones, limpieza étnica, masacres, apartheid y colonialismo. Se olvida que la ocupación es un crimen de lesa humanidad y que el término “colono” es inaceptable en un mundo libre. También, se ignora que Naciones Unidas, a través de la Asamblea General, reconoce el derecho a resistir de un pueblo ocupado.
Hablemos ahora del actual genocidio y de la sigla WCNSF (en español, “Niño herido sin familia superviviente”) exclusiva para Gaza. Unos 17.000 menores entran en esta categoría, por no decir que familias enteras desaparecieron del registro civil. ¿Por qué callar que Israel ha permanecido por encima de la ley internacional? ¿Por qué no responsabilizar al sionismo, una ideología racista y supremacista?
Esta reflexión no pretende construir un relato antisemita, sino antisionista. ¡Emplear las palabras adecuadas es el primer paso para la justicia! Lamentablemente, Israel es un Estado nacido en plena descolonización, que mantiene su statu quo gracias a grupos de presión y a la acción efectiva de colonos sionistas.
¿Por qué olvidar que Israel fue llevado ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio? ¿Por qué sigue Netanyahu en el poder? Además de tener cargos por corrupción en su país, la Corte Penal Internacional ordenó su arresto.
La deshumanización de los palestinos permite la normalización de su exterminio. Hoy, por ejemplo, un Moshe Feiglin, exmiembro de la Knéset, puede declarar sin reparo que “cada niño, cada bebé en Gaza es un enemigo”. ¿Por qué no denunciar que hay unos 10.200 palestinos prisioneros en cárceles israelíes padeciendo vejámenes, muchos de ellos sin enjuiciamiento y otros sometidos a tribunales militares, y que dentro de estas detenciones hay mujeres y niños? ¿Por qué olvidar que en Cisjordania no existe Hamás y, sin embargo, está siendo hostigada y atomizada? Israel ha bloqueado la liberación de rehenes y asesinado a varios; con su cautiverio puede justificar los ataques a la población civil. No es una guerra. Es un sofisticado plan de colonialismo de asentamiento.
Finalmente, este holocausto nuclear ha creado gases efecto invernadero echando al traste muchos esfuerzos por cuidar el planeta. La indignación de los ciudadanos de bien es infinita, así como el descrédito de los gobiernos de Occidente para detener este genocidio, el primero asistido por IA. ¿Estamos dispuestos a vivir en un mundo sin reglas?