El presidente Gustavo Petro, al defender el uso de una aeronave oficial para transportar influenciadores afines a su gobierno hacia un acto político en Barranquilla, afirmó en su cuenta de X que llevaba “periodistas”.

La obligación de desconocer al jefe de Estado
Rafael Nieto LoaizaNo, presidente. No eran periodistas. Eran influenciadores contratados para amplificar su mensaje. Y eso no es periodismo.
El periodismo no se ejerce por el simple hecho de tener un canal en redes sociales o una audiencia digital. El periodismo, aunque no exige tarjeta profesional, sí requiere preparación rigurosa, estudio constante y, sobre todo: compromiso con unos principios éticos. Requiere saber contrastar fuentes, investigar a fondo y cuestionar al poder.
Es cierto, hay periodistas buenos y malos, pero los serios no se limitan a repetir las consignas del poder, sino a incomodar cuando otros aplauden, a preguntar cuando otros callan..., a investigar cuando otros difunden boletines de prensa (porque no son comunicadores organizacionales).
Cuando un mandatario iguala la función de periodistas críticos con la de influenciadores alineados, banaliza el oficio. Una cosa es tener seguidores y mover masas; pero otra, tener rigor y fiscalizar al poder.
Luz María Sierra lo expresó con claridad: “Los periodistas defienden los valores de la democracia y evitan los abusos del poder. Los tuiteros de la bodega son los propagandistas del poder”. En esa aeronave no viajaban periodistas formados en salas de redacción ni en aulas universitarias, sino promotores de una narrativa oficial, pagados con recursos públicos.
Formar periodistas exige enseñarles a resistir la seducción del poder, a identificar la manipulación, a sostenerse en la ética cuando todo los empuja a ponerse una mordaza. Porque el periodismo no se improvisa..., se estudia.
No basta con ser visible y ganar likes; hay que ser responsable y tener argumentos.
Por eso, presidente, no. Ellos no eran periodistas. Y al decir lo contrario, se ofende a quienes ejercen este oficio con entrega. A quienes no necesitan un contrato ni una tarima para hacer periodismo: solo una pregunta bien hecha y la convicción de que, aunque cueste, siempre valdrá la pena contar la verdad.
Finalizo con esta frase de Laura Ardila: “Periodismo financiado por el gobierno no es periodismo, es propaganda”. Y en esta época de hiperconectividad y desinformación, ese límite no puede ser más claro.
Adenda:
A propósito, expreso mi solidaridad con la periodista Laura Ardila, quien recibió amenaza de muerte luego de lanzar esa opinión en X. Nada justifica la intimidación como herramienta contra periodistas que cuestionan al poder.