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Columna

Amor, obediencia, paz

“Jesús sigue vivo y resucitado, transformando a las personas y al mundo con su amor, a través de sus enseñanzas y los sacramentos...”.

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

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Hoy nos dice Jesús: “El que me ama guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él..., la paz os dejo, mi paz os doy”*.

Jesús dividió la historia de la humanidad en dos. Nos dio la máxima expresión del amor, obediencia al Padre y el don de la paz, al ofrecer su vida por nuestra salvación y vida eterna. En su nombre, y para llevar la salvación de Dios a todos los pueblos, han actuado hombres y mujeres que se han santificado, gracias a que le han creído a Jesús y han seguido sus enseñanzas y han aprovechado la gracia del Espíritu Santo, expresada en los sacramentos de la Iglesia.

Si se realiza alguna peregrinación por cualquier lugar del mundo se encuentra que los santos, aquellos que han guardado la Palabra, muestran resultados en sus vidas, inciden positivamente en la vida de los demás, cambian la historia de los pueblos, irradian su acción al mundo, demuestran la presencia de Dios en sus vidas y, en el nombre de Jesús, se vuelven instrumentos de paz para los demás.

Por ejemplo, haciendo un recorrido por Italia, podemos palpar cómo las vidas y obras de San Juan Bosco, San Antonio de Padua, San Francisco de Asís, Santa Clara, Santa Rita de Cascia, San Benito, Santa Escolástica, San padre Pio de Pietrelcina, por nombrar algunos, todos han influido de manera notoria en la educación, la cultura, el arte, la ciencia, la justicia y han irradiado la acción del amor de Dios en todo el mundo.

La identificación que han realizado los santos con Cristo ha permitido que a pesar de contar con innumerables situaciones en su contra, mucha oposición, contradicciones, situaciones dolorosas y difíciles, han podido con eficacia irradiar el amor de Dios y generar millones de conversiones.

Algo común de todos es su devoción a la intermediación de María Santísima en sus diferentes advocaciones. Ella es la mejor intercesora ante su Hijo Jesús y multiplica la eficacia de los santos, al acompañarlos y llenarlos de su ternura y amor.

Jesús sigue vivo y resucitado, transformando a las personas y al mundo con su amor, a través de sus enseñanzas y de los sacramentos de su Iglesia, fuente viva de su gracia.

Jesús nos invita a ser protagonistas de la historia actual, a que seamos hombres y mujeres que nos abrimos al amor de Dios en nuestros corazones, seamos obedientes a su Palabra e irradiemos su paz y amor a nuestro alrededor. Dejémonos inspirar por Dios a hacer el bien que tanto se necesita en estos tiempos y seremos constructores de un mundo mejor.

Amor a Dios, obediencia y paz, tres palabras que transforman a las personas y al mundo. Si las viviéramos, estaríamos edificando mucho mejores realidades para todos.

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