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Columna

¡Hay que hacer algo!

“En Medellín, la clase media es aproximadamente el 49,8% de la población. Esto la convierte en la ciudad con el mayor porcentaje...”.

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

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Viajar a Medellín es ir en otro país. Ciudad pujante, con una extensa infraestructura vial interconectada, en muy buen estado. Con una potente clase media que abarrota los muchos centros comerciales, y con universidades repletas de estudiantes. Da envidia de la buena ver a tan poderosa población moviendo una economía que se percibe muy prospera.

La clase media es la gran victoria de la economía de mercado, es lo que hace poderoso el sistema capitalista. Es el sector por lo que países en desarrollo luchan llevándolos a un buen nivel económico.

En Medellín, la clase media es aproximadamente el 49,8% de la población. Esto la convierte en la ciudad con el mayor porcentaje entre las ciudades principales de Colombia. Se considera clase media a las personas con ingresos per cápita mensuales que oscilan entre $2.000.000 y $6.000.000. Este segmento poblacional ha mostrado un crecimiento, pasando de 14 millones en 2020 a 18 millones en 2024, siendo el promedio nacional el 34% de la población, diferenciado de Medellín que es del 50% de sus habitantes. De los 2.600.000 habitantes que tiene la ciudad (sin incluir otras áreas), 1.300.000 ciudadanos están en la clase media.

Contrasta con los niveles de la ciudad de Cartagena, cuyos indicadores de pobreza abruman, estando cercanos al 70% de la población, incluyendo la pobreza extrema, y con una escasa clase media que apenas es el 27% de la población. Somos una ciudad muy pobre estando irónicamente asentados en un territorio con una enorme riqueza geográfica, que ya quisieran tener otras ciudades.

Tal vez se pueda hacer algo, partiendo de la premisa de que el uso del suelo debe producir riqueza inmobiliaria. Que el uso de una normativa urbana diferente generaría gran plusvalía, tanto para propietarios como para el fisco distrital. Plusvalía que hay que monitorear con un modelo de acompañamiento para no generar el proverbial despilfarro que nos caracteriza. Hacer ricos a sus propietarios, elevándoles el valor de sus predios. Dar el brinco en los sectores donde se asienta la población de estratos bajos. Por ejemplo, la Zona Suroriental, donde viven 450.000 personas, asentados frente a un bello cuerpo de agua, que con el cambio de la normativa, pasando de (RA), que en este momento solo permite baja densidad (2 pisos) a RD o alta densidad (varios pisos), incrementando el valor de la tierra.

Y sin ni siquiera mencionar a La Boquilla, un territorio castigado con la titulación colectiva, donde viven más de 25.000 personas asentadas en una verdadera mina de oro inmobiliaria, paralizada con el peregrino discurso de que si se desarrolla se perderían las costumbres de la ancestralidad africana, como si acaso el Hip hop, el Jazz, la Champeta, el Bullarengue, la Cumbia, no son una transformación de esa ancestralidad.

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