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Columna

El juego de Colombia

“La situación descrita no significaría un problema mayor, en una sociedad con altos niveles de civilida…”.

BERNARDO ROMERO PARRA

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Como si estuviésemos en la final de un torneo deportivo, los colombianos estamos ad portas de jugar el partido más decisivo de la historia reciente, ante un rival que paradójicamente no es otro país, sino somos los mismos compatriotas integrantes de esta nación divididos por ideologías políticas e intereses particulares que hacen presagiar un futuro incierto y peligroso. Mientras unos en nombre del progreso desde el propio gobierno descalifican con adjetivos groseros a la oposición, incitando a la población a las marchas, las huelgas generales y otras formas de movilización, acciones que en otras administraciones se convocarían para desestabilizar al Estado; otros usan herramientas dispuestas por el sistema jurídico para rechazar reformas propuestas que, según el Gobierno, beneficiarían a la población, pero que según los gremios y demás sectores de la producción, causarían desempleo.

La situación descrita no significaría un problema mayor, en una sociedad con altos niveles de civilidad, donde los conflictos se resuelven con la disertación, pero es preocupante en un país con una larga historia de violencia, donde se nota la irascibilidad de quienes respaldan al Gobierno, demostrando su disposición a las acciones violentas, como se evidenció en la sesión del Senado donde se votó la consulta popular. De igual forma en cualquier conversación callejera el ceño fruncido, las voces altisonantes y la mano empuñada cuando se escucha una opinión contraria.

Investigaciones basadas en la politología popular nos indican que cuando entre connacionales se usa la fuerza contra los adversarios, por asuntos partidistas, no hay vencedores, solo hay perdedores. Lo demuestra la historia de dolor y sangre del pueblo colombiano. Por esas razones lo ideal es que en todos los sectores enfrentados se promuevan acuerdos para desarmar las almas ante el interés superior de lograr el bienestar y unidad de la nación colombiana. No puede haber paz con el cerebro lleno de odio, ni con palabras incendiarias contra los que no comparten las ideas.

Para conseguir el desarrollo integral, se requiere que toda su población haga parte del juego por el futuro de la patria, ese partido se realizará en las próximas elecciones, donde proponemos tener en cuenta a los candidatos y partidos que demuestren las capacidades para dialogar, concertar y respetar las diferencias sin llegar a los extremos. Consideramos que un factor esencial para la transformación social de Colombia es la integración de sus nacionales. Solo así se acabarían las desigualdades que mantienen a la mayoría de la población en la pobreza.

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