Hay una frase muy empleada en diferentes ámbitos, que dice que lo urgente no deja tiempo para lo importante. Como personas y como sociedad tenemos que asumir los retos de lo que ha venido pasando con los dos recursos o poderes más importantes que tenemos como sociedad: el medio ambiente y la cultura, pues observamos que las decisiones trascendentales se han venido soslayando, dejando de lado, invisibilizando o excluyendo de las agendas públicas, de los debates y de las acciones de largo plazo. Y no se trata simplemente, como se dice con frecuencia, del futuro. No, estos son temas del presente.
Lo grave es que, en la actualidad, en casi todos los ambientes de la política, de los procesos electorales y en especial en las promesas de campañas, son tal vez las dos banderas o los dos recursos más utilizados como condición de cambio, de transformaciones y de un mejor futuro. Viendo posteriormente, que casi todos los gobernantes, no importa su orientación ideológica, van dejando de lado, hasta llegar a olvidar casi del todo los compromisos que se hicieron respecto a estas dos poderosas fuerzas de transformación general. Lo peor es que con los discursos alrededor de la cultura y del medio ambiente intentan responder a las expectativas y sueños de jóvenes, a los que las generaciones anteriores no les hemos cumplido en cuanto a dejarles un mundo mejor que el que recibimos de nuestros padres y abuelos.
Construir agendas de construcción ciudadanas, políticas públicas, planes de acción de corto o mediano plazo o simplemente propuestas de desarrollo tomando como ejes todo el complejo contexto del medio ambiente y las culturas, es avanzar con brújulas, con nortes definidos, con sensatez hacia lo esencial. Como especie somos seres territoriales y culturales, nos identificamos y pertenecemos a un territorio en el cual a través de los años y de las interrelaciones cotidianas construimos y perpetuamos la cultura.
Lo que puede garantizar a un pueblo lo fundamental para su subsistencia, radica en poder disponer de ese territorio que le proporciona lo básico. Por fuera de estos dos horizontes podría afirmar que lo demás es pasajero, fortuito. Claro que existen problemas, necesidades y carencias urgentes que demandan la acción de los gobiernos, como las injusticias sociales, el desempleo, los derechos fundamentales, la seguridad y la pobreza. Lo particular es que esos problemas, que concentran los esfuerzos del gobernante, siempre estarán presentes, pero sin dejar espacio para lo importante: fortalecer nuestra formación y las acciones para cambiar aquello que en nuestra cultura debemos desechar para garantizar la mejor relación posible con el medio ambiente. Si esto no se hace veremos sucumbir lo mejor de nuestra cultura y las nuevas generaciones no tendrán las condiciones básicas de vida digna, prospera y deseable a la cual todos aspiramos como herencia.