Como historiador y expresidente de la Academia Colombiana de Historia, siempre he admirado el trabajo de los historiadores de Cartagena, que son devotos de todo lo que ha sabido ser esta bella y emblemática ciudad en la historia del país, del continente y del mundo hispánico. La academia seccional ha sabido congregar a lo más granado de los intelectuales de la región, quienes dedican largas jornadas al análisis de los hechos memorables que Cartagena ha tenido desde su misma fundación. Además, facilitan los diálogos de región y mantienen una interacción permanente con las instituciones del orden nacional, para procurar la vigencia del legado que se traduce en toda la grandeza de lo que esta ciudad ha sabido representar.
Por estas razones, no he entendido nunca por qué las autoridades de esta región, llámense gobernador o alcalde, no han tenido el interés suficiente para dotar a la Academia de Historia de Cartagena de un lugar cómodo y acorde con la importancia de su labor cultural y protagonismo.
Sigo de cerca los pasos de esta institución, pues en Cartagena está mi segundo hogar, lo que me permite tener un permanente contacto con quienes la dirigen, y me llenó de emoción cuando supe que en restaurado Palacio de la Proclamación se le daría un sitio permanente, pero el anuncio no fue tal, pues finalmente lo que se asignó fue un espacio múltiple que atiende toda clase de eventos, lo que obliga a la academia a estar deambulando por todas partes, cada vez que quiere realizar una sesión pública, pues el anunciado salón rara vez está disponible.
Contrasta esta situación con la que es posible observar en otras ciudades como Medellín, con amplia y magnífica sede y con un auditorio de extraordinaria belleza. Lo mismo ocurre con Bucaramanga, que ocupa la amplia casona en donde residió el Libertador Simón Bolívar, con museo, biblioteca, salón de actos públicos; o Cúcuta con doble sede: una en el centro histórico y otra en la casa que fue del general Santander; y lo mismo sucede con otras ciudades como Cali, Tunja y Valledupar. Cartagena es demasiado importante en el contexto nacional, y su condición de sitio turístico y escenario de convenciones, hace que aquí lleguen permanentemente personas de todo el territorio nacional para participar de todo tipo de reuniones.
La última sesión de la academia a que asistí, la semana pasada, me informaron que finalmente el Consejo de la Judicatura había prestado el salón. ¿Habrá explicación?