Pocos lo recuerdan, pero en el desastre de la Alcaldía de Petro en Bogotá fue el procurador Ordóñez quien, sin medir la astucia del contrincante, al destituirlo del cargo, le dio la papaya para victimizarse y construir un “momento político” sin precedentes. Durante días, Petro llenó la Plaza de Bolívar (sin la ayuda de sindicatos o indios caucanos), y con discursos populistas, desvió la atención de su pésima administración y logró proyectarse como figura nacional. En aquellos días, Petro sintió que podía estar a la altura de un Castro o Chávez.

Mayo 16, Día Internacional de la Tauromaquia
LUIS EDUARDO BROCHET PINEDADesde que asumió la Presidencia, su obsesión por revivir otro “momento político” ha sido constante. Más allá del desastre administrativo de su gobierno, continúa arengando, azuzando, polarizando, manipulando y dividiendo. Cada vez que tiene una oportunidad, Petro busca afanosamente ese “momento político” en donde pueda distraer nuevamente a la opinión pública y, al mismo tiempo, alzarse como salvador del pueblo. En Petro habita un político narcisista y delirante que sueña con hacer la revolución en Colombia. Por eso recurrió nuevamente a Benedetti —sin importar el costo político— porque lo necesitaba a su lado para administrar el nuevo “momento político” que se inventó: “la Consulta Popular”. A Benedetti le reconoce haberle ayudado en su triunfo en las elecciones, y además “esa especie de virtud que es ser loco, como Jaime Bateman”.
Ideada “la Consulta Popular”, la misma fue redactada con una perversidad maquiavélica y populista que propiciara ese “momento político” que tanto necesitaba y donde Petro ganaba con cualquier decisión que tomase el Congreso.
Ahora bien, y aquí viene el acto de “locura” que Petro necesita de Benedetti: si los adeptos al presidente responden masivamente al llamado para bloquear o incendiar al país, como protesta al rechazo de la Consulta (es decir, el plan B); Petro podría decidir no irse – pasándose la Constitución por la faja - porque el constituyente primario se estaría pronunciando y cumpliría su cacareada sentencia: “Yo llego hasta donde el pueblo quiera que llegue”.
Petro y Benedetti, encerrados en un cuarto, decidirán si esa “revolución” es lo suficientemente masiva como para intentar quedarse o más bien pasarles ese “momento político” a sus aliados políticos en las elecciones del 2026. En todo caso, la mejor forma de bloquear sus intenciones es que el Congreso concerte y apruebe una verdadera reforma laboral que le sirva a los trabajadores, a los empresarios y a los informales del país.