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Columna

Escribir, un acto político

“Escritura y lectura favorecen el pensamiento crítico mientras se propicia la rigurosidad al interpretar...”.

Gonzalo García

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Aunque para muchos no sea evidente, existe una relación más cercana de lo que imaginamos entre el acto de escribir y la política. Tal vez, debido a la cercanía que la mayoría ve entre política y politiquería, no sea sencillo para un parroquiano establecer la verdadera asociación entre el espíritu filosófico de la política y la escritura. Inclusive, en algunas personas se trata de una relación involuntaria en la que su propósito no busca, ni primaria ni secundariamente un ejercicio de política.

Me refiero a esto porque he trabajado por más de dos años con adultos y jóvenes en un taller de escritura creativa y con mucha claridad veo que, de manera involuntaria, la gran mayoría de textos de los más chicos, sin sobreinterpretarlos, están cargados de unas buenas dosis de observaciones y reflexiones sociales que no son más que indicios de que un espíritu político ya empieza a florecer en esas mentes de edades juveniles.

Después de haber notado lo que describo, me he encontrado, de forma casi providencial, un fragmento en una guía para talleres de escritura creativa de la Red Relata (2018) en la que he podido confirmar, a través de otras experiencias, mis observaciones. En este caso dice Enrique Winter: «Las palabras son así un material a través del cual se puede sentir el mundo… Por eso la escritura que hace visibles las maneras de las minorías es política, aunque no denuncie directamente sus realidades; por eso también es política la que se opone a las formas en apariencia sencillas y directas del poder».

El hecho de que hace algunas décadas una mujer escribiera sin ataduras, de manera libre —ese solo hecho, por sí solo— era un acto político. Escribir mientras se describe una situación en un cuento o en un poema, sin hacer ningún tipo de denuncia, sobre las condiciones sociales de una minoría, por ejemplo, eso es política.

Es esta también una de las causas por las que escritura y lectura favorecen el pensamiento crítico mientras se propicia la rigurosidad al momento de interpretar una obra; saber detectar cuando un autor escribe con argumentos o cuando utiliza falacias lógicas, en el intento de entorpecer el entendimiento de un lector desprevenido. Escribir, en cualquiera de los géneros literarios, hoy que las fronteras se hacen cada vez más difusas entre géneros, es también hacer política cuando se intenta mantener intacta la memoria social para poder dejarla plasmada y transmitirla a las futuras generaciones principalmente en terrenos o entornos particulares que de otra forma quedarían sepultados en el olvido, como ya ha sucedido con costumbres de pequeñas comunidades que por su tamaño son vistas como insignificantes. Y en algunos casos, tan explícitos como cuando se escribe, a través de un personaje, sobre la libertad, la vida, la revolución, el destino del hombre… o cuando los argumentos son la justicia social sin libertad o lo contrario, la libertad sin justicia social.

Para finalizar, me quedo con una idea propia y personal de la forma en que se asocian escritura y política cuando me convenzo de que la política es un acto de transformación que empieza por la identificación individual o colectiva de hechos que transgreden el orden humano o social, pero terminan narrándose en la búsqueda del bien común.

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