En las zonas rurales, donde la infraestructura y la conectividad son escasas, el maestro también es cuidador, orientador, enlace comunitario y, muchas veces, el único referente institucional en el territorio.

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Orlando Díaz AtehortúaEn Colombia, hablar de educación es hablar de maestros, por lo cual es necesario entender que la transformación educativa real requiere reconocer al maestro como actor estratégico, líder y columna vertebral del sistema.
Luego de recorrer gran parte de las regiones y departamentos del país, he visto, una y otra vez, cómo la figura del maestro trasciende la enseñanza académica.
En las zonas rurales, donde la infraestructura y la conectividad son escasas, el maestro también es cuidador, orientador, enlace comunitario y, muchas veces, el único referente institucional en el territorio.
Durante mi paso por Computadores para Educar, trabajamos por mejorar la calidad de las dotaciones tecnológicas y llevar acceso donde no lo había. Sin embargo, la tecnología, aunque necesaria no es suficiente porque los dispositivos y plataformas necesitan el acompañamiento, la creatividad y la vocación de un maestro comprometido.
En tiempos donde la Inteligencia Artificial empieza a ocupar espacio en el modelo educativo, debemos recordar que la verdadera inteligencia pedagógica está en quien sabe leer el contexto, identificar las necesidades de sus estudiantes y conectar el conocimiento con la vida diaria. La IA puede facilitar procesos, pero no reemplaza la calidez, la intuición ni la mirada crítica de un maestro.
La educación, en su sentido más profundo, es un proceso que involucra la sensibilidad del ser humano; en el que el maestro es un constructor de vínculos, un sembrador de confianza, un guía que transforma realidades incluso cuando todo parece adverso. Esto es particularmente evidente en los territorios más golpeados por la desigualdad, donde el maestro además de educar contribuye a sostener el tejido social.
La transformación educativa necesita incluir dignificación docente, formación continua de calidad, y condiciones laborales justas con respaldo institucional. El maestro no es un ejecutor de políticas; es un constructor de ciudadanía, de paz y de futuro.
Es tiempo de dejar de lado las conmemoraciones vacías y avanzar hacia decisiones estructurales. Invertir en los maestros además de ser un gesto de gratitud, es una apuesta por el desarrollo, la equidad y la justicia educativa. Es reconocer que detrás de cada estudiante que avanza, hay un maestro que creyó, que persistió, que acompañó.
Reconocer a los maestros es también escucharlos, confiar en ellos, permitirles liderar los procesos de cambio que requiere nuestro sistema educativo. Es fortalecer su voz, visibilizar su impacto y garantizar que cuenten con las herramientas, las redes y el respaldo necesarios para seguir transformando vidas desde cada rincón del país.
Para mejorar el sistema educativo es necesario reconocer al maestro como el corazón de la escuela, la voz que inspira y el primer motor del cambio.