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Columna

Mensaje a la Fuerza Pública: mucha gratitud es poca

“Gracias porque a pesar de tantas dificultades para hacer su trabajo, cumplen su deber, atravesando las fronteras del heroísmo...”.

MÓNICA FADUL ROSA

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Ustedes, infantes de marina, soldados, policías, oficiales y suboficiales de la Armada, el Ejército y la Fuerza Aeroespacial de Colombia, quienes en nombre del Estado ejercen el privilegio constitucional exclusivo del monopolio de la fuerza, el único legítimo y el único que acepta el pueblo de Colombia, reciban las gracias por su entrega abnegada al servicio, realizado en adversas condiciones por la censurable perfidia y desigualdad que oponen las fuerzas ilegales, las del terrorismo de alteración y la del narcotráfico, aunado al aún más reprochable por bárbaro y aleve, uso de medios y mecanismos que nada tienen que ver con la mínima decencia que imponen las normas universalmente aceptadas por las sociedades modernas.

Gracias de nuevo, por asumir un trabajo que la inmensa mayoría no estamos dispuestos a realizar. Gracias porque ustedes hacen posible la defensa de nuestra estructura institucional, nuestra libertad y la soberanía de la Nación. El imperio de la ley, base fundamental de la democracia, no será posible nunca, si detrás de ella no está una capacidad coercitiva que la defiende de quienes no respetan los cauces definidos para ejercer los derechos. Lo sentenciaba Maquiavelo, los estados se fundamentan en leyes justas y armas fuertes. Las primeras las construimos entre todos; las segundas, la derivamos en ustedes. Por ello, una vez más..., gracias.

Gracias porque a pesar de tantas dificultades para hacer su trabajo, continúan cumpliendo su deber, con frecuencia atravesando las fronteras del heroísmo, lo cual, aunado a su probado respeto por el orden civil democrático, les ha valido ser reconocidas como instituciones públicas de mayor credibilidad, contribuyendo a afianzar el reconocimiento internacional de la tradición civilista de la nación colombiana.

Gracias porque con su trabajo nos ayudan a mantener la fe en el país y en sus instituciones, gratitud que hacemos extensiva y con vehemencia, a todas y cada una de las familias de Colombia que nos entregan sus hijos para el servicio de la patria y que también padecen enorme cuota de rigor ante la orfandad, la viudez, la enfermedad y la soledad.

Termino recordando el juramento de los efebos en la antigua Grecia, que cae con singular precisión, en ustedes: “No deshonraré las armas que la patria me da, ni abandonaré tampoco a mis compañeros de fila. Combatiré por lo que es santo y respetable, solo o con muchos, y no legaré a mis sucesores más disminuido el territorio patrio, ni más débil de lo que fuese al recibirlo, sino más grande y más fuerte. Obedeceré a los magistrados; observaré las leyes”.

Cuentan todos ustedes y sus familias con el respeto, el respaldo y la gratitud de la inmensa mayoría de los colombianos que recibimos a diario el beneficio de su trabajo y con la mía en particular.

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