“Nunca olvides lo que eres. El resto del mundo no lo hará. Póntelo como una armadura, y nunca podrán usarlo para herirte”: Tyrion Lannister.

Mensaje a la Fuerza Pública: mucha gratitud es poca
MÓNICA FADUL ROSAEn el primer capítulo de Game of Thrones, Tyrion Lannister (el enano) sorprende a Jon Snow y lo llama “bastardo”, éste, con orgullo herido, replica que no lo es. Tyrion, sabio en sus propias cicatrices, contesta: “Sí lo eres. Nunca olvides lo que eres...”. Con esa sentencia, no sólo señala la crueldad con que el mundo detenta nuestras debilidades, sino que ofrece una defensa, “Póntelo como una armadura, y nunca podrán usarlo para herirte”.
Esa lección encierra la esencia de una estrategia de vida sencilla, pero poderosa, tendiente a abrazar nuestras imperfecciones y convertirlas en motivo de broma; no porque el mundo sea un parque de duendes y luciérnagas, sino precisamente porque coexiste el amor y el odio, el respeto y el desprecio, la bondad y el daño. Por eso, una carcajada sobre nuestras propias cicatrices no anula el dolor, pero sí lo encapsula y lo desactiva como munición. Quien bromea con su sombra no teme a quien quiera oscurecerla.
Estudiando en la Universidad de Cartagena, recuerdo que en primer año de Derecho fui alumno del profesor David Mercado Pérez (e.p.d.), y le pregunté ¿cómo era posible que se les permitiera a algunos programas de humor burlarse de los mandatarios y demás autoridades sin incurrir en injuria o calumnia? Yo creía que las instituciones merecían el mayor de los respetos. Su respuesta, punzante y certera, jamás la he olvidado: “La burla canaliza las frustraciones de la población, permite descargar la ira, el rencor y las pasiones en un gesto público de desahogo; ofrece al pueblo la ilusión de haberle dicho la verdad al poder y evita que esas fuerzas pasionales se conviertan en acción directa o violencia que propicie el derrocamiento”.
En efecto, el humor político se vuelve válvula de escape y, al tiempo, escudo contra la represión. Hoy lo vemos en casos como Juampis González o, en alguna época, la crítica política de Jaime Garzón; esos memes, stand-ups y caricaturas que ridiculizan a los funcionarios públicos, sin duda son una mofa colectiva que transforma problemas reales en chanza y la ciudadanía percibe que, al reír, ha aliviado su propia frustración.
La burla, lejos de ser una trivialidad, es el arte de la supervivencia social. Convertir nuestras heridas en motivo de broma nos dota de una armadura ruidosa, pero también ligera y resistente. En un mundo complejo, donde lo bello y lo horrible transitan codo a codo, reírse de uno mismo es la estrategia para desactivar odios y prevenir daños mayores. Anticiparse, generando la burla de sí mismo, ha funcionado como una estratagema para trivializar los serios problemas del país y, consecuentemente, actúa como un teflón de las críticas, por eso, como lo sugirió Tyrion, búrlate de tus defectos y nadie te podrá atacar con ellos.