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Columna

¿Cuál es la vía?

“El DATT debería pasar una noche por ese sector e intentar implementar un plan de movilidad que garantice la seguridad...”.

Javier Ramos Zambrano

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“Se parece en pila a Cartagena”, me dijo un familiar mientras caminábamos por las calles de Veracruz (México). Y es cierto: ambas conservan un legado arquitectónico colonial, con fortalezas, murallas, plazas e iglesias que hoy son patrimonio cultural y turístico. Son ciudades portuarias con playas, historia y belleza. Cartagena presume del Castillo de San Felipe de Barajas; Veracruz, del Fuerte de San Juan de Ulúa. Ambas cuentan historias de defensa frente a piratas y corsarios.

“Pero, esto no se ve en Cartagena”, dijo mi familiar, señalando una camioneta que transitaba lentamente por la vía principal, con hombres fuertemente armados —por fortuna, policías estatales— en la parte trasera. No solo en esa calle, también en el centro histórico era común ver patrullas o camionetas pick-up con policías portando armas largas. Para un turista, la sensación es extraña: la presencia uniformada mezcla la tranquilidad de la seguridad con la incertidumbre de que algo puede pasar. Es un reflejo del impacto del crimen organizado —narcotráfico, extorsiones, secuestros— que ha golpeado a Veracruz y otras regiones de México.

Recordé ese viaje, que hicimos hace cinco años, al ver hoy a los policías de Cartagena con las armas desenfundadas. Fue como un flashback: un recordatorio de que, frente a los violentos, nunca hay que bajar la guardia.

Colombia ha cedido tanto terreno a los grupos al margen de la ley que estos hoy se sienten con poder suficiente para atentar cobardemente contra la vida de los policías en cualquier rincón del país.

Es increíble, por ejemplo, que la vía recién pavimentada frente a la estación de Policía del barrio Los Caracoles deba permanecer cerrada todas las noches, después de las siete, para prevenir ataques contra los uniformados. Es decir, aunque se intenta resolver un problema de movilidad, hoy no se puede disfrutar plenamente de esa vía que conecta barrios como El Campestre, El Milagro, La Central, entre otros.

Lo peor es que parece no haber coordinación con el Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT): no hay señalización que informe que frente a la estación no se puede pasar en la noche. Como resultado, los vehículos —incluidos buses de Transcaribe— deben dar marcha atrás hasta empalmar con la calle del barrio Almirante Colón, generando más trancones.

Al fondo, se ven unas vallas blancas y una decena de policías fuertemente armados en una calle solitaria que antes servía como conexión clave. ¿Hasta cuándo estará vigente esa orden? ¿Por qué no restringir solo el carril pegado a la estación? ¿Esto no alimenta innecesariamente la percepción de inseguridad? ¿No sería mejor optar por patrullajes constantes, como en Veracruz? Los expertos en seguridad tienen la palabra.

Por lo pronto, el DATT debería pasar una noche por ese sector e intentar implementar un plan de movilidad que garantice la seguridad de policías y civiles, sin sacrificar la fluidez vial.

*Periodista y profesor. Magíster en Comunicación.

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