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Columna

¿Racismo institucional en Popayán?

“Ante este claro sabotaje, fracasó el intento del alcalde para promover una solución conciliada...”.

María Carolina Cárdenas Ramos

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Desde el año 2021 escribía sobre la reinterpretación histórica de los monumentos, dado que las protestas políticas contemporáneas, incluido el estallido social del 2021 en nuestro país, se han expresado a través de la destrucción e intervención de monumentos. Tal como sucedió en Popayán el 16 de septiembre del 2020, cuando un grupo de indígenas, previo a la realización de un juicio simbólico a Sebastián de Belalcázar por los delitos de genocidio, apropiación de tierras y despojo, entre otros, procedieron a derribar dicha estatua. Apenas comprensible, ya que realizada una relectura de nuestra historia a la luz de la dignidad humana y el reconocimiento de nuestros pueblos originarios, debemos declarar que mantener estas estructuras perpetua una visión de nuestro pasado profundamente excluyente y que se debería comprender como una revictimización permanente a nuestros hermanos. Señalar que este es nuestro patrimonio cultural denota el persistente desprecio hacia la cosmovisión de nuestros hermanos, la discriminación aún latente, así como la incomprensión de la Constitución del 91, que no solo devuelve la soberanía al pueblo sino que reconoce la plurinacionalidad como una realidad. Basta con escuchar a diferentes autoridades señalando de vándalos e inescrupulosos a quienes insisten en rechazar dicho monumento; o conocer los detalles que han rodeado la construcción de una decisión entorno a qué hacer con estos espacios y monumentos. Esta situación en Popayán motivó una reflexión ciudadana e institucional que incluyó la Universidad del Cauca, y que buscaba habilitar consensos. En dicho espacio fue propuesto realizar un monumento que incluyera a los indígenas, afros y campesinos, para reemplazar a Belalcázar en el mismo lugar. Cual fue mi asombro al enterarme de que el rector de dicha universidad preguntó: “¿Y nosotros, los blancos? ¡Debe haber una representación de los blancos también!”. ¿Qué debe tener en la cabeza un rector de una institución educativa pública para reclamar que se reivindique el papel de los blancos, frente al reclamo de los pueblos originarios de dejar de glorifcar un genocida y esclavista? Parece imposible tener una apuesta antirracista en el país si los que lideran las instituciones que forman las nuevas generaciones salen con semejantes estupideces. Ante este claro sabotaje, fracasó el intento del alcalde para promover una solución conciliada y que llamara a la unión. Todo parece indicar que ya en el lugar histórico donde estaba Belalcázar, no quedará ni el Cacique Payán, ni ningún otro símbolo que refleje la diversidad cultural de la región, sino que, con suerte, la obra propuesta por los indígenas se ubicará cerca del Puente Humilladero. ¡Qué humillación!

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