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Columna

Los contrapesos en la infraestructura

“En Colombia existen regiones de primera clase y otras de quinta. El argumento siempre es el mismo: el poder está localizado allá…”.

Eduardo Durán Gómez

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El desarrollo de la infraestructura resulta ser el aliciente más grande para el progreso, y desde luego para el crecimiento de las comunidades beneficiadas. Lo que pasa en Colombia es que las grandes obras siempre se centran en las regiones con mayor poder político, y encontramos que, en los casos de Bogotá, Antioquia y el Occidente, han podido acceder a toda clase de desarrollos de infraestructura, en donde fácilmente podemos comprobar que en Colombia existen regiones de primera clase y otras de quinta. El argumento siempre es el mismo: el poder está localizado allá.

La teoría de equidad en la distribución de los recursos tiene que apuntar a que estos deben retornar a la región en donde se generaron, pues los ciudadanos, de todos los rincones del país, esperan a que lo que pagan en impuestos, se les retorne en obras y servicios.

Según la experta canadiense en infraestructura Deb Chachra, el tema en los países emergentes requiere de asumir ciertos elementos como estabilidad política, confianza, capacidad de acción, instituciones, y un Estado que haga bien su papel; yo agregaría que, de la mano con una planeación de largo plazo, en donde se reflejen los factores de la equidad.

Los beneficios que ofrece la infraestructura resultan ser fundamentales para el desarrollo colectivo y personal. En la medida en que sea posible construir una vía, una red de agua o eléctrica, un aeropuerto, un sistema de transporte eficiente, todo apunta al mejoramiento de la calidad de vida y al fortalecimiento de las oportunidades para el ciudadano común.

La riqueza colectiva está representada en su nivel de progreso, respecto a la atención de las necesidades básicas y a las oportunidades que brindan las grandes obras de infraestructura, en donde se permita su acción dentro de un sistema productivo eficaz.

Pero dentro de todo lo que encierra este factor, debemos también pensar en desarrollar la cultura del mantenimiento, pues en países como el nuestro, se suele hacer mucho bombo con la terminación de una obra, pero no se asegura un sistema que permita mantener en el tiempo las condiciones de la misma: una vía rápidamente aparece llena de huecos y deformaciones; un parque, en pocos meses representa un escenario de maleza, o tierra destapada, y el amoblamiento urbano se destruye, lo que el concepto de sostenibilidad resulta ser un imperativo, en donde, como lo afirma la experta aludida, debe también incluir la adaptación al medio ambiente.

Pensemos en replantear el tema de la infraestructura, y hagámoslo más permanente, equilibrado y sostenible.

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