Frank Kafka, el celebrado escritor checo, escribió un relato titulado “El Proceso” en el que describe a un personaje, Josef K, inmerso en una intrincada trama que no sabe cómo enfrentar y que lo maltrata de manera severa, casi aplastante. Su experiencia vivencial en ese mundo del absurdo le muestra un implacable sistema judicial que lo lleva a donde no quiere ir y lo condena a una desgracia que parece inevitable.
He recordado esta afamada novela del también autor de “La Metamorfosis”, porque su entramado pareciera estar en el deseo de quienes en Cartagena cuestionan al alcalde Dumek Turbay. Quisieran verlo condenado a pesar de lo que viene haciendo para transformar esta ciudad, que estuvo a punto de naufragar de manera definitiva por la inercia y equivocadas actuaciones de gobernantes aturdidos, desde el palacio de La Aduana. Algunas voces son de cerrera oposición política, otras movidas por intereses individuales o de grupo y algunas de bochinche y galería.
Del otro lado están quienes comulgan con lo que está ocurriendo, y aplauden las ejecutorias del mandatario que quiere romper paradigmas y ha comenzado con buenos augurios “la metamorfosis” de Cartagena. Un “proceso” real de cambio para rescatarle su grandeza y colocarla, otra vez, como el faro que fue en sus tiempos mejores.
La oposición no solo es válida, sino necesaria. Representa los contrapesos políticos requeridos en democracia para buscar el bien común, sin asomos de unanimismo. Pero las voces cuestionadoras deben ser veraces, argumentadas inteligentes, dignas de ser escuchadas, capaces de despertar no solo emociones sino de construir nuevas realidades. Solo con descontento, malhumor, y adjetivaciones altaneras, no basta para condenar. Si se quiere acudir a la justicia para denunciar hechos que lo ameritan, nadie lo impide. Se debe hacer, y también, esperar a que esa justicia invocada actúe. Pero querer “enredar” al gobernante como en el mundo surrealista de Josef K, con idealizados “procesos” jurídicos por supuestas ilegalidades que no se han demostrado, no encaja.
Desconocer los cambios que se están viendo y sintiendo en Cartagena es fantasía negacionista. La realidad no se puede controvertir con astucias discursivas, necesita sustentos fácticos. Cartagena no requiere de un “proceso” distractor, sino muchas voluntades unidas, sin miedo, para encarrilar el tren de su futuro y lograr que en dos, tres, cuatro, cinco nuevos gobiernos, sea una ciudad distinta, dinámica, pujante, moderna, equitativa, exitosa. Capaz de erradicar la pobreza extrema de sus sectores vulnerables, que llene de orgullo a sus hijos y se convierta, de nuevo y para siempre, en la metrópoli insuperable del inigualable gran Caribe.