El cónclave que comienza hoy se celebra en un momento clave para la Iglesia católica. En medio de tensiones internas y expectativas globales, la elección del nuevo Papa definirá el rumbo espiritual, pastoral y político de una comunidad de más de 1.406 millones de personas (2023).
Las figuras de San Pedro y San Pablo son fundamentales para comprender la importancia del Papa. San Pedro, considerado el primer Papa, murió mártir en Roma. Su figura como «la piedra» sobre la que Cristo edificaría su Iglesia cimentó la noción de una autoridad centralizada. San Pablo, por su parte, fue el gran misionero del mundo no judío. Su labor por difundir el Evangelio forjó una vocación universal que el catolicismo ha sostenido desde entonces.
Estas dos figuras inspiran la necesidad de un papa que sea centro espiritual y misionero del mundo. Un pastor que, sin caer en etiquetas ideológicas, acerque posturas conservadoras y progresistas dentro de una sociedad polarizada.
En las cábalas destacan Matteo Zuppi (Italia), Pietro Parolin (Italia), Luis Antonio Tagle (Filipinas) y Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo). Pero la historia reciente enseña que los favoritos rara vez ganan. Francisco sorprendió en 2013 al ser elegido desde Argentina. Y ahora, podría emerger un «tapado» inesperado.
África y Asia ganan peso como regiones donde la Iglesia crece. Si se busca dar voz a ese dinamismo, nombres como Fridolin Ambongo (Congo) o el propio Tagle cobran fuerza. En cambio, un nuevo papa latinoamericano parece improbable. Tampoco se ve viable un Papa estadounidense, por razones geopolíticas y divisiones internas.
Entre los llamados «tapados» suenan Cristóbal López Romero (España, en Marruecos), de perfil misionero y abierto al diálogo islámico, o los brasileños Sergio da Rocha y Leonardo Steiner.
La elección se orienta hacia uno de los 108 cardenales designados por Francisco entre los 133 electores. Sin embargo, el cónclave también obedece a dinámicas humanas: equilibrios de poder, sensibilidad pastoral y negociaciones entre bloques.
En general, la Iglesia busca un Papa que sea cercano, creíble, defensor de la dignidad humana, reconciliador y guía ante la polarización. La decisión de fondo es si se mantiene el rumbo trazado por Francisco o se abre una etapa diferente.
Todo apunta a un perfil de consenso: alguien que escuche, no divida y represente a una Iglesia global en proceso de transformación.
«La Iglesia no solo necesita un nuevo papa. Necesita un nuevo puente hacia un mundo en cambio, capaz de escuchar, unir y orientar con firmeza en tiempos de confusión».
Antonio Segovia AgámezEspecialista en Medios de Comunicación y Periodismo