Otro de los legados importantes del papa Francisco es su crítica al sistema económico imperante y su iniciativa de construir una ciencia económica diferente, poniendo la ética en el centro del debate económico.
Desde finales del siglo XIX los papas empezaron a pronunciarse sobre los problemas sociales y económicos, desarrollando la llamada “doctrina social de la Iglesia”, diseñada como una especie de tercera vía intermedia entre el capitalismo individualista y sin límites (neoliberalismo diríamos hoy) y el materialismo ateo del comunismo.
Con el final de la era del colonialismo imperialista, después de la segunda guerra mundial, Juan XXIII y Pablo VI se salen un poco de la dicotomía capitalismo-socialismo para introducir en el debate económico los temas de los derechos humanos y la paz, denunciar las grandes desigualdades entre países pobres y ricos y abogar por una economía internacional más justa. El “desarrollo es el nuevo nombre de la paz” es una de las ideas centrales de ese enfoque.
En América Latina surgió entonces la Teología de la Liberación, que es una interpretación del evangelio desde los pobres y oprimidos, planteando la necesidad de un compromiso de la Iglesia en la lucha por la justicia, contra la pobreza y la opresión. En su cruzada contra el comunismo Juan Pablo II persiguió a los promotores de esta teología, respaldando a las corrientes más conservadoras de la Iglesia.
Superada en el mundo la guerra fría entre capitalismo y comunismo, el jesuita retomó la crítica al sistema económico imperante y el enfoque de la opción preferencial por los pobres. Su encíclica Evangelii Gaudium va más allá de la denuncia de la situación de los pobres para criticar las causas estructurales de la pobreza y el sistema económico que excluye y margina a millones de personas. Afirma sin ambages que la actual es una “economía que mata” .
Francisco plantea una economía que respete la dignidad de todos y tenga la vida humana como su objetivo central, y rechaza uno de los dogmas centrales del neoliberalismo, la teoría del derrama, es decir, a creencia de que el crecimiento per se beneficia automáticamente a los pobres.
Pero Francisco no se quedó en la crítica, sino que promovió la construcción de una economía al servicio del ser humano de la tierra y de la paz. Para ello lanzó la iniciativa de la “Economía de Francisco”, que no se refiere a su idea personal, sino a incluir en el debate económico los principios y valores de Francisco de Asís como una alternativa radical al consumismo, la acumulación y el individualismo económico. Se trata de una convocatoria dirigida a jóvenes economistas, emprendedores y agentes de cambio con el objetivo de repensar la economía mundial desde una perspectiva ética, solidaria con los más pobres, ecológica y espiritual. Ya se han realizado tres encuentros internacionales, que han plasmado sus principios en el Pacto de Asís y otros documentos semilla. Ojalá el nuevo papa continúe con este legado de los dos Franciscos.
*Economista.