La calle, para un habitante de ella, es mucho más que un espacio físico; es un escenario de supervivencia, un refugio y un reflejo de las fracturas sociales. En Cartagena, una ciudad donde el contraste entre la riqueza turística y la pobreza estructural es evidente, la calle también se convierte en un microcosmos que concentra las tensiones de la desigualdad y de la pobreza extrema.
Desde la psicología, la calle representa un espacio de construcción identitaria. Según Jairo Báez, quien ha investigado el tema desde una perspectiva psicoanalítica, el habitante de la calle no es simplemente un sujeto excluido, sino alguien que redefine su existencia en los márgenes. La calle, en este sentido, es un lugar donde el inconsciente se manifiesta a través de prácticas y discursos que desafían las normas sociales. La identidad del habitante de la calle se construye a lo largo de un constante diálogo con el rechazo y la aceptación, con la invisibilidad y la exposición.
En el ámbito sociológico, la calle es un espacio de interacción y conflicto. Es un lugar donde se tejen redes de apoyo, pero también donde se reproducen dinámicas de exclusión. La teoría del “habitus”, de Pierre Bourdieu, nos ayuda a entender cómo los habitantes de la calle desarrollan estrategias y utilizan los recursos disponibles para sobrevivir, resistir y adaptarse en un entorno hostil. En Cartagena, estas dinámicas son particularmente visibles en barrios como Getsemaní y Pie de la Popa, donde la gentrificación ha desplazado a comunidades vulnerables, empujándolas aún más hacia los márgenes.
Desde la ciencia política, la calle es un espacio de resistencia y agencia. Es un lugar donde se cuestionan las políticas públicas que perpetúan la pobreza y la desigualdad. En Cartagena, la ausencia de programas más efectivos para la reintegración social de los habitantes de la calle es evidencia de un vacío en la agenda política. La calle, entonces, se convierte en un espacio de protesta silenciosa, donde la mera presencia de estas personas desafía las narrativas oficiales de progreso y desarrollo.
La calle es un espacio cargado de significados múltiples y contradictorios. Para el habitante de la calle, es tanto un refugio como un campo de batalla y un lugar donde se negocia constantemente la dignidad y la supervivencia. En Cartagena, este fenómeno no solo refleja las desigualdades locales, sino que también interpela nuestra capacidad como sociedad de construir un futuro más inclusivo.
Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la UTB ni a sus directivos.
*Profesora de la Escuela de Negocios, Leyes y Sociedad, UTB, edominguez@utb.edu.co.