Uno de mis términos favoritos es la palabra “colombianada”. Me es eternamente interesante ver cómo somos uno de los países más diversos del mundo pero a la vez podemos empacar las acciones de 50 millones de personas en un sustantivo. Es absolutamente fascinante cómo nuestra cultura es tan única que el adjetivo “colombiano” trasciende mucho más allá de los límites geográficos hasta el punto de poder definir el accionar común de las personas de un país.
Los colombianos somos amables y acogedores; nunca en la vida van a encontrar un sitio en dónde se sientan más bienvenidos que en Colombia. También somos madrugadores, trabajadores y resilientes; pues a pesar de llevar casi que toda nuestra historia en guerra, aún nos levantamos todos los días bien temprano para sacar al país adelante. Pocos países en el mundo son tan alegres como nosotros; todo es motivo de celebración y entre más gente mejor. Cocinamos delicioso, bailamos aún mejor y nuestro sentido del humor siempre da espacio para un chiste más. Los colombianos somos muchas cosas buenas pero la realidad es que estamos lejos de ser perfectos, pues entre tanta cosa buena hay una mala que me molesta un montón: somos ventajistas.

La carrera 11 en el norte de Bogotá tenía previamente una ciclorruta en el andén que posteriormente fue reemplazada por una ciclorruta en la calle, por lo que la primera hace rato dejó de ser para las bicicletas y en teoría es exclusiva para los peatones. Sin embargo, todos los días me cruzo bicicletas, patinetas y hasta motos por ese viejo carril. La foto de arriba la tomé hace unos días. De hecho llevaba un tiempo planeando poder tomar esa foto, pues es una pelea que llevo a diario y la quería compartir. Así lo hice esta semana a través de LinkedIn y los comentarios no faltaron, con uno que fue especialmente campeón.
Yo soy uno de los culpables de usarlo y de usar muchas veces la acera para andar por mi bici, en una ciudad dónde cada vez más el tráfico se vuelve una cuestión de supervivencia, buscar el mejor camino para ahorrarse esos “5 minuticos” antes del aguacero, o pa llegar temprano, etc.
Este comentario explica muy bien lo ventajistas que somos los colombianos. Esos “cinco minuticos” de esa persona van por encima de las normas y por encima del bien común.
La foto es solo un pedacito del caos que es la carrera 11. No faltan las motos que también van por el andén (a veces de policía), los peatones corriendo por la ciclorruta oficial (de este soy culpable a veces), la construcción que ya invadió medio anden, el puesto de arepas de en frente de la construcción que se agarró la otra mitad del andén, las patinetas a 30 km/hr que nadie entiende por dónde deben andar, la señalización chambona de la Alcaldía, los carros atravesados en los cruces peatonales y un montón de colombianadas más. Colombianadas que, al final, no son más que ventajas por fuera de la norma que tratamos de matizar como acciones inocentes. Todos lo hacen, yo también lo hago.
Históricamente el ventajismo o malamente llamado “malicia indígena” ha acompañado al colombiano. Desde las tácticas de guerra hace unos siglos, hasta la formas de hacer plata fácil que heredamos del contrabando y el narcotráfico, como sociedad siempre estamos pendientes de cómo podemos acortar el camino, sin importar las consecuencias que esto puede tener para los demás. Lo que me siembra una duda bastante incómoda: ¿cómo se cambian algo que arrastra 200 años de cultura?
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