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Columna

Tatiana aún no vuelve. Si Cartagena no protege a sus hijas, desaparece con ellas

“El monstruo de la desaparición está aquí y sigue moviéndose en silencio, llevándose vidas...”.

JESÚS OLIVERO

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Podemos gastar el dinero en infraestructura -malecones, estadios, parques, lo que sea-; sin embargo, nada sirve si nuestros jóvenes no pueden salir a disfrutarla por miedo a ser desaparecidos. Hoy, la probabilidad de que Tatiana haya optado por suicidarse es casi nula, mientras crece la posibilidad de haber sido víctima de secuestro o desaparición. La prensa ha mencionado que alguien habló con ella, mientras otra persona observaba la escena. Pudo salir caminando sin percatarse de lo que ocurría, pero eso no implica conocer al interlocutor. ¿Y si fue un engaño químico? Algo parecido a la sombra furtiva de la burundanga. ¿O tal vez algo más sofisticado? Un aerosol en plena conversación. Hoy día, la delincuencia también usa la ciencia.

La tecnología está al servicio de las autoridades, pero las cámaras de vigilancia no funcionan como deberían. ¿Cómo justificamos que Cartagena, una ciudad que atrae millones de turistas, no cuente con infraestructura mínima de seguridad? Mientras nos enfocamos en mostrarnos como paraíso, los delincuentes aprovechan nuestra inoperancia. El deterioro de la seguridad es progresivo, pero la respuesta sigue siendo superficial. Las recompensas ayudan, pero no son suficientes.

Las desapariciones deben resolverse con inteligencia, tanto humana como artificial. Tenemos a los mejores detectives, pero el sistema debe involucrar a más personas y tecnología. Si ciudadanos comunes pudieron identificar, entre millones, a la estrella más enigmática de la galaxia, KIC 8462852, ¿por qué no involucrar a voluntarios en la revisión minuciosa de las grabaciones de las cámaras de seguridad funcionales del Centro y Bocagrande? La Fiscalía puede -y debe- abrir espacios a la participación colectiva. Cada día que pasa, los delincuentes ganan tiempo.

Por otra parte, necesitamos policías más comprometidos, menos distraídos en redes sociales. Una emisora de la Policía menos interesada en salsa y más en ofrecer consejos útiles a los jóvenes para evadir la delincuencia también haría la diferencia. Las madres no lo dicen abiertamente, pero están aterrorizadas. También los padres. Tatiana podría ser cualquier hija, y todos estamos esperando -y exigiendo- su regreso. Suéltenla, al igual que a todas las personas desaparecidas. En estas condiciones, es imposible llamarnos sociedad, y menos aún ‘súper ciudad’.

El monstruo de la desaparición está aquí y sigue moviéndose en silencio, llevándose vidas. No hay golpes certeros contra los responsables, y ni siquiera una película como ‘Sonido de Libertad’ (2023), que aborda el tema, ha tenido la difusión y el impacto que debería. Es hora de fortalecer a Distriseguridad -sin politiqueros, con expertos-. Pasar de las palabras a la acción. Ya no podemos esperar más.

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