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Columna

Momento de reflexión

“Le queda un año. Un año que puede usar para seguir dividiendo o para unir. Para gobernar desde el rencor o desde la compasión...”.

Cristina Plazas

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En esta Semana Santa, mientras muchos colombianos se detienen a descansar, orar o reencontrarse con los suyos, vale la pena hacer también una pausa para reflexionar sobre el país que estamos construyendo. O más bien, sobre el país que estamos dejando desgastarse por la indiferencia, la división y la falta de compromiso colectivo.

Vivimos tiempos difíciles. El ruido constante, la polarización y el desencanto generalizado están dejando huellas profundas. Pero aún estamos a tiempo. Todavía podemos cambiar el rumbo.

Presidente Petro: le queda un año. Un año que puede usar para seguir dividiendo o para unir. Para gobernar desde el rencor o desde la compasión. Pero compasión no con los victimarios, sino con las víctimas. No con quienes destruyen, sino con quienes sufren.

Colombia necesita un líder que escuche, no que imponga. Que gobierne para todos, no solo para quienes piensan como usted. La historia le está dando una última oportunidad: puede ser el presidente de todos, o el presidente de unos pocos. El legado está en sus manos.

A los partidos políticos, que ya están preparando las listas al Congreso de 2026: Lo que está en juego no es solo una elección, es el futuro del país. Ojalá esta vez no piensen únicamente en los votos, sino en Colombia.

La raíz de la corrupción no es solo el robo, es la mermelada. Es la politiquería disfrazada de acuerdos. Es la lógica del “le apoyo si me da”. El próximo Congreso será uno de los más decisivos en la historia reciente. Estén a la altura. El país se los exige.

Y a usted, ciudadano: no pierda la esperanza.

Sé que los ánimos están bajos. Que hay decepción. Pero este país vale la pena. A pesar del gobierno. A pesar del desorden. A pesar de todo. Siga trabajando por Colombia. Hágalo desde donde esté. Porque los países no cambian únicamente desde el poder: cambian desde la gente. Desde quienes trabajan con honestidad, cuidan a los suyos, respetan las normas y son solidarios con el que tienen al lado. Sea el mejor ciudadano posible. No por quien esté en el poder, sino por quienes vienen detrás: sus hijos, sus estudiantes, sus padres.

Volvamos a lo esencial. A los valores. Volvamos a la mesa en familia, a conversar, a mirar a los ojos. A saber qué están sintiendo nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros padres. Formar ciudadanos de bien empieza en casa. Con presencia, con ejemplo, con acompañamiento. Eso no lo hace el Estado. Lo hacemos nosotros.

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