Cuando Trump perdió las elecciones presidenciales de los EEUU de 2020, promovió una serie de iniciativas políticas para no perder el poder, aun y los resultados electorales, que acabaron descontrolándose y provocando una insurrección que llevó al asalto del Capitolio por una muchedumbre. Trump presionó a su vicepresidente Pence para que éste, como presidente del Senado, organizara una votación en la que el Congreso anulara los votos de varios estados sobre los cuáles Trump había difundido sospechas de amaño electoral. En esta votación un Congreso con mayoría republicana habría, en principio, de haberle otorgado los votos de esos estados a Trump cambiando así el sentido del resultado electoral y dándole la presidencia. En paralelo, convocó a sus seguidores a las puertas del Congreso para que presionaran con su presencia masiva a los legisladores reunidos dentro del edificio.
El resultado es bien sabido: se salió todo de control, hubo varios muertos y se vivió una de las jornadas más bochornosas de la democracia estadounidense. Jornada en la cual el héroe inesperado fue el vicepresidente Pence que, al negarse a cumplir las órdenes de su antiguo jefe, hizo que toda la maniobra se desmoronase, salvando así la democracia de su país. Unos años más tarde, y demostrando que los malos de las películas siempre vuelven, Trump es una vez más presidente (en esta ocasión, con un vicepresidente aparentemente aún más sonado que él. Hemos de suponer que para evitar circunstancias como la narrada) y, en contra de lo que muchos incautos creyeron, vuelve a hacer lo que Trump siempre hace: cumplir sus promesas electorales. Es decir, desmontar la legalidad internacional y la democracia estadounidense.
Mi predicción, casi mi profecía, es que esta segunda presidencia Trump también acabará con una insurrección, pero en esta ocasión el escenario no será el Congreso, sino la Casa Blanca, y los que deberán huir no serán los congresistas, sino el presidente y su gobierno. Las medidas económicas y políticas que Trump está tomando llevarán inevitablemente al desastre tanto a la economía, como a la estabilidad social del país y será mera cuestión de tiempo que muchos de sus seguidores se vuelvan contra él con idéntico furor al que él promueve contra sus rivales.
Veremos la Casa Blanca asaltada por una muchedumbre formada por sus propios votantes y veremos a Trump a la fuga y perseguido como un conejo. Al tiempo.