Buena parte del caos que se vive en Cartagena se explica por una carencia de sentido común. La falta de gobernanza y de cultura ciudadana son la batuta de peatones, vehículos y vendedores ambulantes que compiten por el espacio público sin respetar normas básicas de convivencia.
Ejemplos de una ciudad desbordada pululan: motocicletas invadiendo los andenes y cruzando por cebras peatonales, carros parqueando en vías principales, peatones cruzando por donde les place, vehículos de tracción animal circulando en contravía, vendedores ambulantes ubicados en espacio público y acosando a turistas y locales, el uso indebido del carril exclusivo de Transcaribe y ciudadanos que, abstraídos por sus dispositivos móviles, se comportan como zombis en las calles.
El sentido común dicta que estas situaciones dificultan la circulación, aumentan el desorden y, como si fuera poco, son insostenibles en el tiempo. No se necesita un gran presupuesto para implementar cambios simples pero efectivos, como campañas de educación ciudadana y el refuerzo de las normas de convivencia desde el hogar, las escuelas y las empresas. Quizá retomar el uso del “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras”, conocido popularmente como “La Urbanidad de Carreño”, sea una buena alternativa. Nuestros padres y abuelos aprendieron con este texto el valor del respeto y la cortesía. A lo mejor una versión actualizada puede ser una guía que oriente el comportamiento de los cartageneros.
Los detractores podrían argumentar que la cultura ciudadana es un concepto abstracto y que la solución pasa por medidas más drásticas y costosas. Sin embargo, la experiencia demuestra que las pequeñas acciones cotidianas basadas en el sentido común pueden generar grandes cambios. La cooperación y el respeto mutuo son pilares fundamentales para una convivencia armoniosa y efectiva.
Afortunadamente, en mayo de 2024 fue presentada la Brigada Cívica de la Alcaldía de Cartagena, que se encarga, entre otras tareas, de velar por la recuperación del espacio público, por una mayor conciencia vial y por aumentar el sentido de pertenencia a la ciudad. Sin duda, este es un primer paso de la ardua tarea de implementar una cultura del sentido común que, si se sostiene, no solo permitirá recuperar la funcionalidad y la convivencia en la ciudad, sino también solucionar los problemas de movilidad y civilidad que tanto la aquejan.
Recuperar el sentido común es un paso necesario, si no urgente, para devolverle a La Heroica la dignidad que tanto merece.
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