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Columna

Casas de cita

“Decir que el interés por la lectura de textos literarios se perdió puede parecer un exceso, creo que mejor sería entenderlo como una evolución en progreso...”.

Gonzalo J. García

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«Esta experiencia de citarnos a leer en grupo, en casas de diferentes amigos y sus familias en el mismo edificio, fue maravillosa. Mientras intentábamos liberarnos de la dictadura de la videocracia, se nos mejoró también la convivencia en la co propiedad y nos hicimos más amigos».

Este relato de una cálida experiencia ficticia debería ensayarse en nuestros hogares y comunidades. Hace unos días, Francisco, máximo jerarca de la iglesia católica (y no lo traigo como referencia por el halo religioso que ostenta, sino por el poder que representa como personaje de influencia mundial), nos explicaba el gran valor de la literatura, perdido en nuestros tiempos, y nos invitaba a cultivar el hábito de la lectura.

Decir que el interés por la lectura de textos literarios se perdió puede parecer un exceso, creo que mejor sería entenderlo como una evolución en progreso, según se han ido desarrollando y popularizando las tecnologías.

Aunque tal vez sea muy pronto para determinar los efectos que ha ocasionado la disminución de este hábito, lo cierto es que muy rápido va siendo reemplazado por la tiranía de la videocracia y la brevedad de todo.

Lo hemos visto desde la obsolescencia programada de muchos bienes, hasta la forma de cómo la ansiedad por terminar de escuchar un audio, nos obliga a aumentar la velocidad de reproducción, por solo citar dos ejemplos.

Este es un buen consejo: intente reunirse con un pequeño grupo de amigos y sus familias a leer e interpretar un fragmento de la literatura universal al finalizar el día, en principio media hora a la semana. Empiece por los más sencillos, a lo mejor solicitando una pequeña asesoría de algún amigo que tenga predilección o conozca, por su profesión, los asuntos literarios.

Son miles los fragmentos de la literatura universal que usted puede encontrar para poner en práctica el ejemplo inicial en su comunidad más próxima. En este momento recuerdo el fragmento de Don Quijote de la Mancha donde le da consejos a Sancho para que gobierne una isla imaginaria, propicios para cuando alguien tome un cargo o una función de poder, en cualquier nivel; o el magnífico fragmento de La vida es Sueño de Calderón de la Barca, donde Segismundo hace aquel elocuente soliloquio, famoso por el carácter reflexivo y existencial de su contenido.

Uno de los resultados más importantes y divertidos de estas ideas quijotescas se halla en ensayarlo, en el camino que se recorre al intentarlo, las anécdotas que quedan y en, eso sí, nunca rendirse. Resistirnos a la tiranía de los medios audiovisuales es hoy uno de los mandatos para incentivar la creatividad y la imaginación. Leer nos obliga a crear las imágenes en nuestro cerebro, según las experiencias personales de cada quien, que el texto nos sugiere, es una suerte de tête à tête. Termino repitiendo lo que alguna vez leí: «bienvenidas por igual las derrotas certeras, como las victorias inesperadas». Seguro que no habremos perdido nada en el intento y lo poco que creamos haber ganado, será honestamente inconmensurable.

¿Qué otras actividades se le ocurre a usted poner en práctica para lograr conectar más a las personas con la literatura y sus indiscutibles beneficios?

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