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Columna

El loco y la niebla

“Decían que algo había nublado su mente y empezaron a surgir todo tipo de chismes e intrigas sobre sus preferencias sexuales, su salud y su cordura”.

CARMELO DUEÑAS CASTELL

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El poder llegó a sus manos, casi por inspiración divina, con las promesas de construir un nuevo reino y generar un cambio dramático que hiciera reverdecer los laureles otrora perdidos en un mundo plagado de guerras y entuertos. Pero se hicieron frecuentes sus periódicas ausencias y el silencioso ostracismo aislacionista de todo y de todos. Pasaba el tiempo construyendo castillos en el aire. Decían que algo había nublado su mente y empezaron a surgir todo tipo de chismes e intrigas sobre sus preferencias sexuales, su salud y su cordura. Si bien podría ser cualquier gobernante moderno, se trata de la vida de Luis II de Baviera, el rey loco, quien dilapidó poder y fortuna construyendo tres hermosos castillos en los cuales plasmó el amor a su tierra, su historia y sobre todo, a Wagner. Fue encerrado acusado por un supuesto desvarío que nublaba su entendimiento. La misma niebla loca que lo ahogó misteriosamente en un gélido lago.

La niebla se enseñorea sobre el río Rin mientras en sus profundas aguas yacen sumergidos un tesoro, una leyenda y la historia de un pueblo. Dicen los que saben que Nibelungo, en alemán antiguo, significa seres de la niebla. Los nibelungos velaban por el tesoro sumergido en las aguas del río. De una u otra forma, nuestro héroe, buscandi tesoro y poder, había vencido en combate a monstruos, valerosos guerreros y dragones. Combates y vida de valiente guerrero se hicieron con la certeza de su inmortalidad surgida al bañarse en la sangre de un dragón. Con tan mala suerte que la hoja de un árbol de Tilo cayó sobre su espalda dejando marcado para siempre el único punto débil de su humana mortalidad. En la lucha por el tesoro y el poder surgieron rencillas y malquerencias.

Fue su esposa quien, sin quererlo, confesó el secreto del punto débil de Sigfrido. Así murió nuestro héroe a manos de Hagen, quien luego enterró para siempre el tesoro en el fondo del río. Pero la tragedia se enseñoreó sobre él y los suyos, que más temprano que tarde sucumbieron ante la maldición del tesoro de los nibelungos. La leyenda ensalza la ancestral lealtad de los dirigentes y el pueblo alemán. Se dice que los hechos ocurrieron en la oscuridad de los siglos hace más de 1.300 años. Convertido en poema medieval se transmitió por tradición oral para luego ser plasmado en un hermoso texto que luego fue convertido magistralmente por Wagner en una epopeya musical que compacta mitos y leyendas nórdicos que han sido y son orgullo y perjuicio del pueblo germano.

Por estas calendas otros pueblos padecen gran suplicio y su única esperanza es que, al igual que el poema de Los Nibelungos, la horrible noche termine con su última frase: “Aquí la pesadilla llega a su fin”.

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