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Columna

El secuestro de un presidente

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Preferimos a un presidente avergonzado, arrepentido y pidiendo perdón a todos los colombianos, que un presidente rehén de un político corrupto e inescrupuloso.

Si algo ha caracterizado al presidente Gustavo Petro, a lo largo de su extensa carrera política, ha sido su lucha contra la corrupción política y el maridaje entre mafia y políticos. Sus debates sobre estos temas, lo tienen hoy en el solio presidencial.

Hemos admirado siempre a Gustavo Petro, por el pragmatismo con que ha abordado estos temas. Frente a esa disyuntiva de la moral social, la justicia y la verdad; sin ambages, se ha decidido por la justicia como vehículo de la verdad.

En nombre de la verdad y la no repetición, siempre ha sido partidario de sacrificar el poder punitivo del Estado. Son recordadas sus diatribas fustigando al paramilitarismo para que le cuente la verdad al País, sus relaciones y sus tentáculos, a cambio de recibir penas simbólicas. Todo esto, en aras de superar una de las etapas más vergonzosa de nuestra historia patria.

El manejo criminal de las campañas electorales es un problema sistemático y endémico del país, que debe ser abordado con el mismo pragmatismo con que se han abordado los demás temas que afectan e impiden el surgimiento de una verdadera democracia en Colombia.

Todas las campañas presidenciales de los últimos treinta años, han estado salpicada por este fenómeno, que las permea, con o sin el consentimiento del candidato presidencial de turno.

Entendemos las peculiaridades de la campaña, Petro presidente y en la situación de riesgo en que se colocó, al admitir a la clase política tradicional dentro de los cuadros directivos de la campaña, y el desespero que debió significar para el candidato, la aparición de un outsider de la política, como Rodolfo Hernández, en la segunda vuelta. Esto, sin duda, terminó de relajar los controles éticos de la campaña y los escrúpulos morales del mismo candidato.

En la Costa Caribe hemos sido testigos de oídas, de procedimientos poco santos en el manejo de la campaña y de la circulación de ríos de dinero, no característicos de las demás campañas de Petro. También, somos igualmente, testigos de la misma forma, de filibusteros que se apropiaron de recursos, sin que estos llegaran a los electores.

Todo esto, nos lleva a pensar, que el presidente Petro, el mismo, debe ordenar una investigación interna dentro de todas las personas cercanas a la campaña, para que con el mismo empeño conque ha buscado la verdad del paramilitarismo y las mafias políticas en Colombia, desvele a los colombianos, la realidad de lo que ha sucedido en su campaña electoral.

El pueblo colombiano, es lo suficientemente maduro políticamente y cuenta con unas instituciones sólidas, que sabrán comprender la realidad del problema, e impedirán que fuerzas oscuras y oportunistas, intenten derrocarlo del poder.

Gustavo Petro, que la búsqueda de la verdad lo ha hecho presidente de Colombia, no puede convertirse en rehén de una verdad perversa, exagerada y manipulada por un ser maquiavélico que, urdió todas estas patrañas, de untarlo de barro para obligarlo cogobernar con él, a punta de chantajes.

¿Hasta cuándo tendrá que mentirles a los colombianos, cada vez que se vea con él de forma subrepticia? ¿A cuántos altos miembros de su gabinete tendrá que avergonzar, para ceder a los chantajes de ese ser nefasto?

No se haga más daño, señor presidente, ni la haga más daño a nuestra democracia. Diga la verdad que, a usted, nadie lo va a tumba del poder. La financiación ilegal de las campañas políticas es otro capítulo oscuro de nuestra historia patria, que debemos resolver, con las mismas herramientas de la verdad y no repetición.

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