Llámenlo como quieran, huida o retirada estratégica, pero es la primera vez que vemos a Álvaro Uribe Vélez hacerlo. Nos acostumbramos a verlo vencedor por la convicción y la fuerza que le imprime a todo lo que emprende, que sorprende.
También es la primera vez que lo vemos pensar en sí mismo, con egoísmo se podría decir, al renunciar al Congreso para cambiar de juez, olvidándose del resto del país. No obstante, nadie puede asegurar que la Corte lo vaya a soltar. Me decía Hilarión Bolaños (q.e.p.d) que al enemigo hay que aniquilarlo, de lo contrario lo fortaleces; y si no lo logran con Uribe, este acabará con ellos.
En su última entrevista con la periodista Vicky Dávila lo percibí desesperado, impotente; viendo que contra él se pueden pisotear todos los principios morales y éticos; y sus derechos humanos y constitucionales, sin que quienes lo hacen se inmuten, y sin que una efectiva fuerza popular les reclamen.
Lo vi agotado por la edad y por el odio que ha despertado en quienes fueron derrotados y luego empoderados por Santos, amén de otros tantos que fueron sacados de la zona de confort que habían logrado en la burocracia Estatal. También de quienes se sienten en la mira de sus próximas actuaciones: sus jueces. Tantas banderillas y picas le han colocado al toro de casta, que por fin lo tienen agonizante, esperando la estocada final o a que otros lo salven; y que de paso salven este país tomado ya por la izquierda: aparato productivo paralizado y el pueblo trabajador acostumbrándose a los subsidios.
A los toros con casta se les condona la vida en el ruedo, se les indulta cuando el público lo pide, a Uribe no. Son pasiones, no ideologías, porque más buena vida que quienes le persiguen, no los hay; pero al hacerlo se colocan del mismo lado de quienes predican la ideología de la izquierda: recordemos que los enemigos de mis enemigos son mis amigos.
Sigo sin entender cómo es que después de que César Gaviria indultó (compró) varios grupos guerrilleros, y Santos sentó en el Congreso a los cabecillas de la Farc que ahora tiran la piedra y esconden la mano, Iván Duque no pueda salvar a quien tanto bien le ha hecho al país (y a él).
Iván Duque es el presidente y tiene poder y mando sobre quienes deben hacer cumplir las órdenes de los jueces. ¿El Ejecutivo se dejó quitar el poder de indulto que la Presidencia en las corridas de toro conserva?
Propongo que a Uribe se le exonere e indulte de cualquier delito cometido en defensa de la nación, o en su defensa personal, inventado o real, y que sigamos mirando hacia adelante; pero la lucha no acaba ahí, porque eso sería sólo salvar al luchador herido; la lucha por reformar todo el aparato judicial y acabar con la corrupción política, administrativa y económica tiene que continuar.
El Estado no puede seguir teniéndose como una oportunidad de figuración y enriquecimiento, ni tolerar los abusos del poder otorgado.
*Ing. Electrónico, MBA.