Empezamos esta aventura, y digo aventura porque da muchas alegrías y porque el cartagenero, aunque solidario no es tan generoso, y toca pedir mucho, casi hasta el cansancio. Pero existen algunas excepciones que equilibran la balanza en la colaboración y que motiva a seguir en la brega. Y fue cuando con la buena persona de Salvo Basile nos llevaron a ver una fundación que opera en una casa escondida, cuya localización es un secreto, donde había unas mujeres aporreadas por la violencia intrafamiliar, resguardadas de sus maridos.
Esa manera de ser del cartagenero tan poco generosa me llevó a estudiar cómo había hecho la Cartagena granadina para mantener la guerra de la independencia contra España, si mantener ejércitos es muy costoso. Fue cuando descubrí que gracias a que pocas familias (siempre hay excepciones) se metieron la mano al dril para enfrentarla. Entre ellas: los Piñeres que donaron muchos caballos y dinero para armas. Los Rodríguez Torices, que dieron casi toda la fortuna de don Matías Rodríguez. Los del Castillo. Los Amador. Los Díazgranados y las pocas familias de los próceres inmolados por Morillo. Gracias a estas excepciones se inició la gesta que nos llevó a la independencia.
Entonces en el intento de ser solidarios nos enamoramos de un barrio de desplazados de la violencia: Revivir de los Campanos y realizamos para diciembre de 2018 y 2019 una cena de Navidad con regalos incluidos para 200 niños. Así empezó esta agradable aventura pidiendo alimentos para donar al Banco de Alimentos, a la que se unió inmediatamente mi hermana Mayra Rodríguez, Eugenia Arango, Guillermo Ramírez, Diego Canelos, Enrique Santos Calderón, Roberto Pombo, Vivian Lemaitre, Tico Rodríguez, Maty Piñeres, Francisco Martelo Vechio, Germán Ordosgoitia, Menzel Amín Bajaire con donación millonaria para el Banco de Alimentos, John David Isaac con muchos mercados, Alfonso y Gabriel Hilsaca con toneladas de arroz, frijol y lentejas.
Entonces para pedir con fundamento creamos la Fundación Corazón Contento e iniciar un combate sin tregua en la “Guerra contra el Hambre”, porque me agobiaba ver que ese flagelo sigue aún muy vigente. Y fue cuando también descubrí que Núñez en 1887 le decía a Soledad Román, que se asombraba que hubiese familias cartageneras que se acostaban sin comer bocado alguno. Pues hoy eso todavía pasa.
Empezamos el rescate de una bella Casa Comunal que estaba abandonada, que había sido donada hace 20 años por una fundación de suizos. Le colocamos el agua potable, el alcantarillado, el servicio eléctrico y de gas e hicimos una huerta comunitaria con el apoyo del Sena que ha sido exitosa y que pretendemos replicar en los pequeñísimos patios de las casa vecinas. Hoy el entusiasmo es total y se ha convertido, tanto para Salvo como para mí en un proyecto de vida.
*Arquitecto