Sin caer en los tecnicismos, podríamos decir que, a grandes rasgos, la automatización es la acción de reemplazar el esfuerzo humano por una máquina. El concepto de automatización siempre ha sido polémico. Por un lado, trae muchos beneficios para el sector industrial y tecnológico mientras que para los empleados implica la pesadilla de quedarse sin trabajo y, por extensión, sin una calidad de vida a la que todos deberíamos tener derecho.
Es un temor completamente razonable teniendo en cuenta que producimos más del doble que en los ochentas con un tercio menos de la fuerza laboral. Para ponerlo en contexto, Blockbuster en su mejor momento funcionaba con 84 mil empleados y generaba 6 billones de dólares en ganancias. Hoy, Netflix tiene cuatro mil quinientos empleados y genera 9 billones de dólares en ganancias.
Al final del día, la razón de la existencia de la automatización es lograr el sueño dorado de cualquier empresa: eficiencia o la noción de disparar la productividad disminuyendo los tiempos y con la menor inversión posible. Es importante admitir en este punto que la eficiencia es un proceso en el que los robots siempre han sido expertos, especialmente cuando se trata de tareas repetitivas y de precisión.
Un famoso estudio de la Universidad de Oxford concluyó que la mitad de los trabajos que existen actualmente podrán ser automatizados en muy poco tiempo. No se trata de que los robots estén literalmente “robando” tu trabajo. Siendo honestos con nuestras limitaciones biológicas, estos trabajos están desapareciendo porque una máquina puede hacerlo mejor y más rápido.
El punto está en que tendemos a hablar de la automatización en términos apocalípticos cuando en realidad es mucho más complejo que perder un trabajo como cajero, una labor que, por cierto, sigue existiendo a pesar de que existen los cajeros electrónicos.
Siempre he tenido un problema con la forma en que ese estudio de Oxford fue difundido en los medios de comunicación. La cita textual traducida dice que “El 50% de los trabajos actuales están en un alto riesgo de ser automatizados” lo cual es muy distinto a decir que perderemos el 50% de los trabajos por culpa de las máquinas.
(Lee aquí: Que las máquinas reemplacen a los humanos es todavía una fantasía)
Tampoco es que voy a tapar el sol con un dedo para decirles que todo estará bien y que no habrá pérdida de trabajos en ciertos sectores por causa de la automatización. Pero sí es importante aclarar que este fenómeno ni siquiera es nuevo, es algo que viene desde la Revolución Industrial y aun así, seguimos teniendo empleos. Las tasas de desempleo se rigen por otros factores y, de hecho, en la mayoría de los casos, la automatización ha creado nuevos empleos.
La automatización no reemplaza trabajos en sí, lo que reemplaza son tareas repetitivas y rutinarias para que podamos enfocarnos en cosas que son más importantes como la creatividad, el emprendimiento y la innovación empresarial.
Si tuviéramos la posibilidad de viajar en el tiempo y le preguntáramos a nuestros ancestros ¿A qué creen que se dedicarán las futuras generaciones? Probablemente la respuesta tendría que ver con los trabajos de la época. Ninguno se le hubiese ocurrido decir que habría trabajos jugando videojuegos, administrando redes sociales, optimizando motores de búsqueda, desarrollando biotecnología, y un largo y extenso etcétera.
La verdadera pregunta es ¿Cómo aprovechamos al máximo la automatización mientras minimizamos a su menor expresión las personas que pierden sus empleos por esta causa? Y eso ya es una cuestión que depende del gobierno y del sistema educativo. Un sistema educativo que, por cierto, nunca ha sido capaz de anticipar los empleos del futuro. Piloto de drone, telecirujano, silvestrador, diseñador lúdico, científico de datos, analista de autotransporte entre muchas otras son labores que el sistema educativo actual y tradicional no enseña en ninguna de sus instituciones. En su momento, empleos que hoy son tan comunes, como ingeniero mecatrónico, administrador de redes sociales, youtuber o incluso periodista, no fueron trabajos enseñados en las universidades. Hicieron falta generaciones de empíricos para crear marcos teóricos y prácticos que permitieran la enseñanza de estas competencias.
Es importante que nos hagamos la misma pregunta que yo me hago cuando llevo a mi hijo de 3 años todas las mañanas al colegio: ¿Qué clase de rubros que no alcanzo a imaginar le esperan?
La próxima vez que alguien te diga que los robots nos reemplazarán, más bien pregúntate por las intenciones de esa persona y si la respuesta tiene que ver con falta de conocimiento, lo mejor es que le envíes esta columna.