Si se quiere simplificar, en el mundo existen dos grandes y graves problemas, que, si bien uno se ha atenuado, el otro crece descontrolado: ellos son el desempleo, que sin ingresos sustitutos conlleva a la pobreza extrema, y la inmoralidad en el manejo de lo público.
Contra el primero, la lucha de los gobiernos en el mundo entero se está dando en atraer, con diversas estrategias, capitales al sector real de la economía, y promover la competencia para abaratar el costo de la vida. Mientras, los políticos se esfuerzan en mostrarnos falsamente como el peor país del mundo; el peor departamento, o el peor municipio del país, porque solo así pueden vender ilusiones.
La verdad es que los economistas no han logrado un indicador que permita comparar entre naciones los grados de pobreza, pero está claro que el PIB per cápita no lo es (lo podría ser, si se combinara con el Gini). Como tampoco es, que un ingreso X en dólares sirva para definir la pobreza extrema, porque el tipo de cambio, la composición y el valor de la canasta familiar, y los bienes y servicios que se subsidian, varían según sea el país. Podríamos definir, olvidándonos del mundo, un valor en pesos y hacer las mediciones respectivas sin ningún interés distinto al de identificar y focalizar, con miras a “idear los programas que ayuden” a salir del círculo de la pobreza. Ese valor podría ser la canasta familiar incluyendo subsidios, gratuidad y otras ayudas, en una familia típica de 4 integrantes.
Ahora, si bien es cierto que la tecnología, la economía de mercado y la globalización han abaratado la vida, también están reduciendo puestos de trabajo, y la devaluación, que busca incrementar la producción de bienes exportables y el empleo, está encareciendo las importaciones, reduciendo el poder adquisitivo e incrementando la pobreza. Esas son las variables macro que debe manejar el gobierno central. En lo micro, la pobreza en Cartagena, como bien se ha escrito, y se palpa, está acrecentando un vergonzoso contraste entre esta, y la riqueza que producen el crecimiento de la industria, el turismo, los puertos marítimos, aéreos, y el comercio. La solución la veo más en manos de fundaciones con vocación genuina y veedurías, que en las de políticos ambiciosos, ególatras y egoístas. Otro problema grave es el comportamiento de quienes han sido elegidos o nombrados para ejercer funciones diversas en la administración pública. En especial, en la administración de los recursos económicos que todos aportamos en la medida que se explotan recursos nacionales, consumimos y pagamos impuestos. Los grandes reguladores de la conducta moral de la humanidad han ido desapareciendo. Los malos manejos son descarados y tan cuantiosos, que al ser descubiertos compran cualquier conciencia. Es tan grave este asunto, que no se concibe en el orbe ningún movimiento de dinero que no vaya goteando en el camino beneficios ilegales, como sucedería con una tinaja agujereada para transportar el agua.
*Ing. Electrónico, MBA.