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Columna

En memoria

“Se llamó Miguel Morón Guzmán. Lo conocimos y fuimos amigos invariables porque tuvo la rara virtud de la sinceridad y el raro don de un carácter levantado”.

En memoria

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El 1 de abril de 1959, el pedagogo y escritor José G. Yances escribió en El Universal (1), donde era columnista habitual, una semblanza del ciudadano Miguel Morón Guzmán, oriundo de Chinú.

En diciembre de 1940 a los 40 años, murió Miguel Morón Guzmán. En memoria de mi padre reproduzco el artículo del escritor José G. Yances M.

“A la memoria de Miguel Morón Guzmán (2) -Colombia, país de ciudades y cuna gloriosa de varones ilustres, guardadas proporciones ambientales tiene en cada ciudad o aldea una página de historia que hace parte “del libro que todos escribimos”. Chinú que dio a Melchor Corena, prócer de la independencia, a Rafael Mendoza, teniente de Santander, candidato un día en su carácter de procurador General de la Nación para ocupar el solio de Bolívar; Manuel Antonio Pineda, grande orador, su hijo Manuel Antonio, literato, historiógrafo, jurisconsulto; a Rafael Uparela, poeta, militar; a Pedro Castillo, jurista, magistrado de la Corte; a Néstor Pineda, hombre de Estado; a Luis Felipe Pineda, bardo elegantísimo, parlamentario en varios congresos de la patria; a José “Liso”, tambor que fue del ejército libertador, en la campaña del Sur; a Manuel Mercado, compañero del General Mosquera en el glorioso campo de Guaspud; a su hijo Manuel Antonio, el Bayardo chinuano, en fin, tiene títulos para dejar en el libro que todos escribimos en una bella página de la historia.

En los famosos tiempos del doctor Mercado, que era el centro obligado de las grandes tertulias político-sociales, literarias y económicas del lado del maestro figuraba un imberbe todavía tertuliando como Jesús en el templo con los doctores de la Ley. Grave el rostro, hermosa la palabra, dogmático el acento de su voz. Era el discípulo amado, sucesor de la corona diamantina que la justa fama popular había ceñido en la frente del padre, del Maestro ovacionado como símbolo de la democracia cristiana que supo generar durante sus días terrenos.

Su maestro lo hizo literato, historiador, político, orador y en fin, persona gratísima en el conglomerado social. Ocupa todas las posiciones burocráticas sin ser burócrata empedernido sino servidor público a la altura del civismo: alcalde, tesorero, concejal, inspector de Educación, jefe de los directorios políticos; todo lo fue en el diapasón de sus pocos días de vida que el cielo le tenía reservado. Pero tuvo tiempo para hacer gala de esposo tierno y amoroso padre, de una larga familia que deja a la patria en recompensa. Se llamó Miguel Morón Guzmán. Lo conocimos y fuimos amigos invariables porque tuvo la rara virtud de la sinceridad y el raro don de un carácter levantado. A su memoria dedicamos esta pagina sentida”.

(1), (2) Yances M. José - El Universal, miércoles 1 de abril de 1959.

“Se llamó Miguel Morón Guzmán. Lo conocimos y fuimos amigos invariables porque tuvo la rara virtud de la sinceridad y el raro don de un carácter levantado”.

*Exdirector de El Universal. Académico de Medicina e Historia.

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