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Columna

Cultura general

“Imaginamos que, bien a través del espacio o bien a través del tiempo, encontraremos lo nuevo, lo agradable de planes y proyectos que haremos realidad”.

Cultura general

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Una de las desventajas que traen los años es que reducen la capacidad para soñar. La experiencia ha venido mermando esa facultad exclusiva de los dioses. Imaginamos que, bien a través del espacio o bien a través del tiempo, encontraremos lo nuevo, lo agradable de planes y proyectos que haremos realidad. Pero nos hemos percatado que en ese cementerio de ilusiones que trae vivir, lo soñado lo aportamos nosotros o no lo tendríamos nunca, porque nadie nos lo va a regalar ya construido. Ni el tiempo nos trae lo nuevo hecho, ni el espacio nos brinda la felicidad exprés.

Con la literatura, el arte o la música el ser humano encuentra combustible para el esfuerzo por aprender, y disfrutar.

Pero hay un punto en el que se insiste poco: la necesidad de la cultura general para acompañar el conocimiento y el ocio. Cuando alguien culto acude a esas mieles, menos dinero necesita para aprender y descansar. Cuanto menos cultura posee, más derroche, y más gasto se necesita, porque no es fácil amueblar un vacío. Y el interior de esa conciencia es tan hueco que por más cosas que le echemos dentro nunca se quedaría. Por ello si intentamos llenarlo, nunca será suficiente porque no tiene fondo. Cuánta importancia tiene estar consigo mismo, para reflexionar, y no divertirnos con hechos y gentes sin alma.

En el manejo del ocio acucia la perspectiva de quienes van a tener serios problemas para soportarlo. En este mundo donde cada vez hay más personas, más necesario es crear espacios interiores para estar solos. Uno de los problemas por los que recurren a las drogas es porque se ha convertido en la sustitución del pensamiento para quien no es capaz de pensar. Así hay gente que para soportarse a sí mismo o resistir la contigüidad de los otros busca un “remanso” interior por donde escaparse.

En las críticas a la “educación superior” hay opciones y deformaciones. Siempre fue una minoría la que tuvo la injusta ventaja de adquirir conocimiento de oídas en sus primeros años, ya fuera oyendo cosas de sus padres u hojeando algunos de sus libros. Cuando llegaban a la universidad ya conocían algunos de los hitos del mapa tradicional del conocimiento, sabían dónde se encontraban y hacia dónde deberían dirigirse. Así logran diferencia de realizar estudios y no recurrir a un aprendizaje especial cuando ya se tiene carácter formado y mente cerrada.

Si una formación con bases deficientes requiere mayor esfuerzo y sistemas especiales que llegan hasta el manejo del ocio, cuánto gravitará en la idoneidad profesional la aptitud para un aprendizaje formal que es necesidad imperativa. Así como herramienta para la vida en sociedad.

Hoy llegamos al escándalo de la barbarie de algunos especialistas sin bagaje cultural para manejar algo tan serio como el ocio creador, ni tema de conversación distinto a las peripecias de su oficio.

“Imaginamos que, bien a través del espacio o bien a través del tiempo, encontraremos lo nuevo, lo agradable de planes y proyectos que haremos realidad”.

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