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Columna

Cartagena, sin ley ni nombre

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La ciudad fantasma se agudiza, padece estelas de horrores, es como si las cosas pasaran a la velocidad luz, obnubilando la mirada de todos, haciéndonos sentir los idiotas útiles de una sociedad maléfica y una ciudad que embruja y atrapa, pero, sus hechizos no son para convertirla en sapo y después el beso de la mujer araña la haga convertirse en príncipe y así, finalmente se lleve a cabo un matrimonio feliz y colorín colorado...

Todos sus habitantes vivirán sin temores ante los inminentes peligros que nos toca afrontar en el día a día. Ocurren a diario cosas y no vemos nada, no hacemos nada, no nos importa nada y seguimos ahí, en ese peregrinaje mental con ganas de salir gritando hasta volvernos afónicos, pero ‘desconchinflados’ y con la cabeza gacha por la falta de autoridad que saque el pecho y muestre su cara con ejecuciones, con fines conquistados, con propósitos llevados a su finalidad, con la mejor intención de hacer haciendo para el beneficio, para la mejoría, para el equilibrio, para el bienestar, para el buen vivir.

Hubo un Choque múltiple y violento en el semáforo a la entrada de Bocagrande, ocasionado por una buseta que iba como volador sin palo, en un punto donde jamás debería ocurrir un accidente por el mismo movimiento sincronizado de carriles y el flujo de gente. Y fue espantoso y, peor aún, todo el mundo decía cosas sin saber cómo atender a los heridos, estando cerca el Hospital Naval, y la romería, y el transeúnte chismoso, la confusión, el desorden.

Es inaudito que los conductores de estas busetas, que regatean un pasajero, irrespeten y pongan en peligro la vida de las personas, entre esa velocidad y el sparring, que lleva medio cuerpo afuera abanicado al viento y acompañado de sus gritos anunciando la ruta. Esto se ha convertido en otro caso fantasmagórico, típico de nuestra ciudad. Las calles de Castillo y Bocagrande, son de propiedad privada de los conductores de las busetas que en fila india, se toman los carriles como les viene en gana y hay que pedirles permiso para cruzar una calle o ir por la vía.

De cuando en vez se ve un chupa agorilado poniéndole orden a esta situación, pero esto ocurre de manera efímera. Y aparece el cráter, otro flagelo tremebundo, los hay a cada paso, abriendo su bocota para recibir a cuanto vehículo pasa, provocando daños y esquivadas peligrosas. El del retorno del Centro hacia Bocagrande y los siguientes metros hasta llegar el semáforo son impresionantes, no entiendo cómo puede estar pasando esto y que nadie se apersone del problema.

Es hora que el alcalde, Pedrito Pereira, mueva su ejecución en aspectos inminentes, justos, necesarios, que mejoren las cosas. Por favor, hágase sentir, quiero escucharle su actuar, ver su potestad, saber que hará algo.

*Escritora

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