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Columna

El tintililillo

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Hace milenios, los celtas dividían el año en dos: la mitad oscura, se iniciaba con el mes de Samonios, lo que hoy sería finales de octubre; la mitad clara, comenzaba entre abril y mayo. Un día como hoy, el Samhain, era la festividad celta más importante y en ella celebraban el final de las cosechas y el inicio de la estación oscura.

Samhain significa “fin del verano”, conmemoraba el paso de un año a otro y significaba para ellos, también, la apertura al otro mundo. Los druidas, sacerdotes y filósofos celtas, festejaban el Samhain, incluso con sacrificios humanos. Tras toda una semana de jolgorios terminaba con la fiesta de “los espíritus”. Antes que los cristianos filosofaran sobre el paraíso, los celtas sabían que había un lugar de felicidad perfecta, donde estaban los espíritus, sin hambre ni dolor. En Samhain los espíritus de los ancestros llegaban a visitar sus antiguos hogares, esperando ser guiados hacia la inmortalidad. Por siglos el Samhain fue la mayor festividad de los celtas. Hadas y espíritus podían caminar entre los vivos; había que ahuyentar los malos espíritus, para ello vaciaban frutas o verduras, como las calabazas, y les ponían fuego dentro y las colocaban en los portales de viviendas. Además, había que alimentar a los ancestros, por ello dejaban alimentos en las entradas de las casas. Cuando los romanos conquistaron los territorios celtas unieron sus festivales de la cosecha y a su diosa, Pomona, con el Samhain. Luego, ante las persecuciones cristianas, los festejos paganos de celtas y romanos se fusionaron con los ritos cristianos. Así apareció el Día de Todos los Santos, el primero de noviembre del 840.

Hace miles de años, en México, usaban los cráneos en sus rituales. Los muertos eran tan importantes para ellos que durante todo un mes rendían tributos a Mictecacihuatl, conocida como la “dama de la muerte”, hoy trastocada en la famosa “Catrina”. Los festejos eran homenajes alegres. Los españoles hicieron coincidir tales festejos con las festividades católicas del Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos.

Mucho tiempo después, la Noche de Brujas, la víspera de difuntos nació como un sincretismo de la cristianización de la fiesta de fin de verano como “víspera de todos los santos” (All Hallows' Eve) y su contracción en inglés, Halloween. 

La relación del hombre con la muerte ha oscilado, según las épocas, las creencias religiosas y costumbres, desde el terror y el respeto hasta la burla. Y ese recóndito, y estúpido, deseo por evitarla o engañarla se trastoca, en días como hoy, en una mixtura de festejos y sentimientos que van desde el esnobista furor por las brujas y otros personajes del imaginario universal hasta el inocente tintililillo de cuando éramos ángeles y la vida era solo un “cocinao”. Ya lo decía Séneca: “nada es tan cierto como la muerte”.

“Mucho tiempo después, la Noche de Brujas, la víspera de difuntos nació como un sincretismo de la cristianización de la fiesta de fin de verano (...)” *Profesor Universidad de Cartagena

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